Cero veintiocho: ¿Traficas o algo por el estilo?

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Arthur

"¿Cómo comprender la vida, si no podemos vivirla?" –SNBrito.

Me dejo caer contra la silla, llevando mis manos hacia mi rostro, tratando de quitar el cansancio que tengo en mis ojos y facciones. Admito que el intento es inútil, porque si se va de mi rostro, busca otro sitio en el cual acumularse, algo que no me favorece desde hace meses.

Debido al peso que llevo sobre mis hombros, he tenido que centrarme solo en trabajar en la librería, ayudando a mi hermana mientras que tuve que pausar mi carrera. Ni siquiera sé cómo pasó, pero de un momento a otro dejó de interesarme el mundo de la literatura, ahora no sé con exactitud a qué quiero dedicarme en el área de los estudios universitarios.

No culpo a nadie, he tomado decisiones por ser adulto, aún sabiendo que esto solo logra atrasarme, sin embargo, mi vida no ha sido color de rosas. No puedo obviar que la mujer que amo me necesita, que no tiene a nadie que pueda venir a la casa porque su mejor amiga ahora se encuentra enfocada en la Universidad, aunque no por eso deja de visitarla. Su madre, por otro lado, ha tenido que empezar a hacer viajes lejos de la ciudad e incluso fuera del país, así que básicamente estamos solos.

¿Qué hay de mi madre? La relación se hizo complicada desde hace unos meses, cuando le informé de mi matrimonio secreto con la chica a la que odia, porque piensa que va a destruirme la vida, siendo que no es así.

Lamentablemente, todos los días me preparo para salir y regresar encontrando una mala noticia, aunque a veces eso no pasa. Es un pensamiento que he sembrado a lo largo de estos seis meses que pasaron; unos seis meses en los que ninguno esperaba ver a mi esposa aún de pie, en los que creímos que su cuerpo comenzaría a fallar con más frecuencia de lo normal y sin embargo, nada ha sucedido hasta llegar al extremo.

A decir verdad, ningún médico a los que hemos visto después del alta, nos ha podido explicar qué es lo que sucede científicamente con algo así. Es como si la enfermedad no existiera por más que el progreso se vea en su sistema. Contarlo a veces da la impresión de que hablamos mentira, de que solo estamos jugando una mala broma delante de la gente, pero todos sabemos que no es así.

Bajo la cabeza, soltando un suspiro que se convierte en un pequeño sollozo, pasando a derramar mis lágrimas sobre mi mejilla, rogando al cielo por enésima vez que este no sea el día en que Zara me dé el adiós, aún por más egoísta que suene.

Todavía no me siento completamente listo e irónicamente nadie se prepara para ver morir a la persona que ama. Es todo contradictorio dentro de mí, no logro explicar nada y no sé si Dios quiera ayudarme a encontrar respuestas.

—¿Arthur? —La voz de Zara me hace levantar la cabeza, pasando mis manos por mis mejillas para que no sepa que me ha encontrado llorando otra vez.

—¿Pasa algo? —Giro un poco la mirada, notándola demasiado cerca. Se ve más pálida de lo normal.

—¿Por qué aún estás aquí? —Demanda —. Vamos a la cama, hace un poco de frío —asiento, levantándome para levantarla en mis brazos, escuchando que deja salir una pequeña risa —. Puedo caminar, ¿lo sabes, no?

—La temperatura no te hace bien. Ya hiciste mucho al ir a buscarme —musito, besando sus labios, depositándola sobre la cama. Espero que se recueste, aunque ella tiene otros planes que no me parecen los más favorables —. ¿Estás segura? —Sus manos se van a los botones de mi camisa, comenzando a desabrochar los que pude cruzar antes de irme a la sala.

—¿Cuándo vas a dejar de preguntarme eso? —Su mirada conecta con la mía a modo de reproche.

—Es que...

Volviendo a amar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora