Capítulo 2

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—Perdone, no quería ser grosero, joven Xiao.

— ¿Cómo sabe mi apellido?

— ¿Su apellido?

—Me ha llamado joven Xiao.

Si antes había habido algún color en su cara, éste había desparecido.

—Lo he visto en los papeles de su coche. Xiao LuHan, ¿no es así? — preguntó. El chico lo miraba como si acabara de darle la peor noticia—. Mire, lo siento. Si está huyendo o algo así, prefiero no saberlo. Sólo pensé que sería buena idea sacar las cosas de su coche antes de que... En fin, saqué los papeles de la guantera porque pensé que no le gustaría perderlos. Lo siento.

LuHan se encogió de hombros y el movimiento le mostró que no era tan delgado como parecía. Al menos, no tan delgado por todas partes.

—Soy yo el que debería pedir disculpas. Y no estoy huyendo, es que... suelo ser muy discreto con mis cosas —dijo con voz débil.

—Pues ya somos dos.

—Perdóneme. No nos conocemos de nada y me ha traído a su casa, me ha dado de comer, me ha dejado su cama... —seguía diciendo con voz débil.

—Cualquiera hubiera hecho lo mismo.

—Yo no sé lo que hubiera hecho si... Bueno, estoy hablando demasiado. Lo mejor será que ponga las sábanas en la lavadora antes de marcharme. Le agradezco mucho todo lo que ha hecho por mí —dijo levantándose. Debía medir más de un metro setenta y pesaría menos de sesenta kilos, pensaba Kris.

—No se moleste —dijo Kris observándolo mientras salía de la habitación. LuHan movía las caderas, pero no las balanceaba. Era una distinción que nunca había hecho antes y no sabía por qué se había fijado en aquel momento—. No tiene por qué lavarlas.

—Es lo menos que puedo hacer antes de marcharme —murmuró antes de salir del salón.

Kris se encogió de hombros. Si quería hacer la colada, le dejaría hacerlo. Pero no iría a ningún sitio aquel día. La carretera seguía cortada en muchos puntos y no era fácil salir de la ciudad.

Además, su coche había pasado dos días bajo la arena y debía ser siniestro total. Lo único que podía esperar era cobrar el seguro.

Unos minutos más tarde, LuHan llevó sus maletas al salón y se quedó mirándolo, expectante. Kris hacía como que no se daba cuenta. Lo supiera o no, la gripe que había sufrido lo había dejado sin fuerzas y no estaba en condiciones de ir a ninguna parte.

—Es posible que abran las carreteras a lo largo del día, pero ahora no podemos hacer nada, joven Xiao.

Aquella chico estaba enfermo, no tenía medio de transporte y no había autobuses ni taxis en la isla. Su amiga no estaba nunca en casa y no tenía trabajo...

Una situación muy complicada. Lo único bueno del asunto era que apartaba sus pensamientos de la frustración que sentía al no poder ver a su hijo.

Kris siempre se había considerado a sí mismo un hombre paciente, al contrario que su padre. Había aprendido que en la vida había que aceptar lo que te tocase e intentar sobrevivir.

Pensaba todo aquello mientras clavaba listones de madera en el suelo. Sus habilidades como carpintero iban a la par con sus habilidades como cocinero. Aceptables, pero con posibilidad de mejora. Lo único importante era que deseaba hacer aquella habitación para su hijo con sus propias manos.

— ¿Quiere un café? —preguntó LuHan desde la cocina. Evidentemente, había abandonado la idea de que lo llevara a ningún sitio aquel día—. ¿Kris? ¿Quieres un café? —volvió a preguntar, tuteándolo por primera vez.

Todo un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora