Capítulo 3: ¡¿Qué me pasó?!

1.7K 169 11
                                    

Clarissa

Una gota de agua cayó en mi frente, lo que hizo que me despertara, no sabía qué hora era ni dónde estaba, no podía recordar mucho de momento, pero pasados unos segundos, los terribles recuerdos empezaron a inundar mi memoria.

Recordé lo perturbada que estaba. Que iba camino a casa... miré hacia un lado del camino y vi mi motoneta bastante dañada, eso causó que la última oleada de recuerdos viniera a mí. La oveja, el choque, la sangre, el dolor, el ángel… pero ¿por qué recuerdo un ángel? No creía haber muerto. Esto no lucía como el infierno, y definitivamente no era el paraíso. Esto simplemente era una calle de París. Sin embargo, el que estuviese viva no tenía mucho sentido.

Sabía que después de ver al ángel, había venido un dolor peor que el producido por el choque. Ahora podía recordarlo bien. Podía sentir mis huesos, rotos en aquel momento, moverse por voluntad propia para unirse. Pude sentir como cada parte de mi cuerpo quemaba intensamente, justo como si estuviese en una especie de horno. Pude sentir las heridas, tanto las graves como las leves, cerrarse con rapidez, haciendo que mi piel ardiera como el infierno. Lo último que podía recordar de ese agonizante dolor era cómo una corriente eléctrica me recorría totalmente durante algunos segundos, haciendo que de mis ojos brotaran lágrimas y de mi garganta salió un grito que la dejó ardiendo un poco, justo antes de sumirme en la inconsciencia total.

Me puse de pie como pude. Había algo diferente con el entorno a mi alrededor. No entendía bien qué era, pero era así. Todo parecía mucho más nítido. Los olores parecían ser más fuertes. Me acerqué a la motoneta, y traté de ver si había esperanzas de que funcionara, pero las deseché al momento que vi que prácticamente humeaba por todas partes. Me invadió una ola de ira y pateé la motoneta con fuerza. Me asombré un poco al notar que, a raíz de esto, había quedado una abolladura considerable en ella, pero no le presté mucha atención.

—Genial. Ahora debo irme caminando. —dije para mis adentros.

Mi casa estaba a varios kilómetros de distancia, así que sabía que debía empezar a caminar para poder llegar a casa algún día. Casi había olvidado que estaba lloviendo, pero cuando apenas había caminado durante cinco minutos, ya estaba empapada. Giré los ojos mientras seguía caminando, en verdad odiaba este estúpido clima tan impredecible. Seguí caminando bajo la lluvia. Toda mi ropa estaba ensangrentada y sucia. Estaba segura de que me veía bastante salvaje en este momento.

A lo lejos vi la forma de un animal, lo cual me sorprendió bastante, ya que no debería haber sido capaz de ver absolutamente nada, pero lo veía con total claridad. Era un caballo, y parecía estar cojeando un poco. Sentí un poco de lástima, pero sabía que no podía hacer nada por él, así que simplemente seguí caminando. Al estar a unos 500 metros del animal, este cayó al suelo, aparentemente, preparado para morir, y vino un olor a mí. Uno que no podía simplemente ignorar.

Mi garganta ardía; quemaba. Un sonido extraño salió de mi interior, uno que estaba segura que nunca antes había escuchado; no pude soportarlo más. Corrí hasta donde ese olor exquisito me llevaba. Antes de lo que pestañeaba una persona, estaba junto al animal. Estaba desesperada. No podía controlarme. Estos instintos extraños que ahora parecía tener me estaban dominando completamente. Sentí un dolor considerable cerca de mi mandíbula; puse una mano en mi boca, en lo que sentía que salían de ella lo que parecía ser un par de agujas, que en el caso de haber tenido mi boca cerrada, habrían perforado mi labio inferior.

En ese momento, el éxtasis me controlaba. No podía pensar nada coherente. En ese momento no era Clarissa Fournier. Era un animal. Me arrodillé junto al caballo moribundo. Podía escuchar el débil latido de su corazón. Podía escuchar cómo éste bombeaba sangre con desgano. Podía oler su sangre. Eso era lo que olía. La sangre. Con una rapidez inhumana, me incliné hacia él y me dejé llevar totalmente. Lo mordí en el cuello, justo en una vena que si bien no podía ver a simple vista, algo dentro de mí me dijo que ese era precisamente el lugar. Su sangre era tan deliciosa, tenía el mejor sabor del mundo. Tomé la cabeza del caballo entre mis manos y lo pegué más a mí. Mordí alrededor de cinco veces más. En la búsqueda de más venas o arterias que pudiesen contener algo de sangre restante. Cuando estaba totalmente segura de que no quedaba más sangre dentro del cuerpo del pobre animal, me levanté y me aparté un poco, tratando de recuperar la cordura.

Pacto EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora