Capítulo 4: Una nueva vida

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Clarissa

El jueves que me sucedió todo, pensé que si iba a la escuela de esta manera, acabaría cometiendo una masacre, así que tomé en consideración la idea de saltarme las clases del viernes, y trabajar un poco en el autocontrol, además de tratar de aprender un poco más acerca de lo que podía y no podía hacer, pero ya que tenía un examen de álgebra ese día, estaba totalmente jodida. Sin embargo, debo decir que durante lo que restaba de noche, aprendí muchas cosas acerca de mi nueva “especie”. No nos hacía falta dormir, es decir, sí podíamos hacerlo, pero ya no era una necesidad, ya que nunca se estaba lo suficientemente cansado como para necesitarlo. Al dormir, no había sueños de ningún tipo, y no se descansa en realidad. Estar dormido, era como estar despierto con los ojos cerrados, y sin poder escuchar nada de lo que sucede alrededor.

Hoy sería mi primer día en la escuela como un monstruo de películas de terror. El día estaba muy soleado, igual que ayer, recordé con un poco de recelo al pensar en la fuerte tormenta que hubo ya cuando iba a anochecer. Podía observar cómo algunos rayos de sol se filtraban a través de mi ventana, la cual, solo por precaución, me encargué de cubrir durante  la noche. Esperaba poder salir al sol, ya que no podía vivir solo por la noche. Me armé de valor, y tomé las bolsas negras que había colocado para cubrir la claridad. Respiré profundo, y quité una parte. El sol estaba radiante. Cerré los ojos y extendí mi brazo. Definitivamente no se había vuelto cenizas, ni estaba en llamas, aunque debía admitir que sí lo podía sentir un poco más caliente que antes, pero nada que causara una molestia notoria. De inmediato atribuí esto al incremento en la sensibilidad de mis sentidos.

—Ven a desayunar —gritó mi madre desde la cocina. Fue bastante curioso eso, ya que lo pude escuchar como si me estuviese gritando desde el otro lado de la puerta de mi habitación.

Bajé las escaleras con desgano, como solía hacer, a pesar de que tenía la energía suficiente como para bajar corriendo. El desayuno era lo usual: cereal. Las destrezas culinarias de mi pobre madre eran totalmente nulas, por lo que en el desayuno me hacía un favor al darme cereal. La parte buena era que la variedad de cereales en casa nunca faltaba.

De forma distraída me senté a la mesa, siendo bastante cuidadosa con respecto a no respirar, y me metí una cucharada de cereal en la boca. Casi vomito. Era totalmente asqueroso. Sabía a cartón. Hice una mueca, y alejé el tazón de mí.

—Creo que no tengo hambre —le dije a mi madre, y me levanté para botar el cereal en el fregadero.

—Genial, ahora no come, mañana me dirá que es anoréxica —dijo ella, en un tono que estaba bastante segura que nunca le había oído utilizar. Era como más vacío, aunque a la vez más armónico.

—No me voy a volver anoréxica, no seas dramática. —dije con ira. La verdad era que estaba bastante voluble.

—¿De qué hablas?

—¿Cómo que de qué hablo? Hablo de tu comentario exagerado por simplemente no tener hambre en este momento.

—Pero… yo no dije nada de eso. Yo… lo pensé. —dijo, mirándome un poco extrañada. Mierda. Había escuchado sus pensamientos. Debía ser por eso que su voz había sonado tan extraña. Solté un suspiro al asimilar esto, lo cual fue un error terrible, ya que al respirar el aroma de la sangre me perturbó  totalmente. Tenía que irme rápido.

—Es que... lo que quería decir era que sabía que harías un comentario dramático, y ¿ves? No me equivoqué ni un poco. —Era claro que la excusa era bastante patética, pero fue lo que se me ocurrió en el momento.

Salí disparada por la puerta. Al cerrarla, el olor penetrante de su sangre, disminuyó un poco, pero sabía que tenía que alejarme. Caminé un poco y cuando estuve segura de no estar bajo la vista de mamá, corrí. Podía sentir el viento en mi cabello rojo. Ahora que era de día, podía ver algunos detalles que en la noche no podía divisar tan bien. Aunque sabía que había detalles que en la noche veía mucho mejor, como los pequeños animales que se posaban en los árboles, que ahora simplemente parecían manchas con la velocidad. En la noche podía incluso detallarlos con exactitud. Era sorprendente. La luz del sol se reflejaba en cada hoja de los árboles de manera diferente. Una retahíla de colores sin fin. Todo era totalmente hermoso. Antes de siquiera notarlo, ya estaba en la escuela. Aproximadamente una cuadra antes de la misma, empecé a caminar a ritmo normal. Sabía que me veía mucho mejor. Al caminar, varias miradas se volteaban a verme. Estaba encantada. Busqué a Hillary como de costumbre, y, al verme, pude ver la confusión en su rostro.

Pacto EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora