LAS LAGRIMAS DEL ANGEL

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CAPITULO 2:

La tarde estaba despuntando, Henry entretenido con su música infantil favorita, comía pequeñísimos trozos de manzana cortados en cubo, su madre morena siempre le dejaba esa clase de alimentos para la hora de merendar, argumentando que eran realmente sanos y nutritivos para un bebé en desarrollo.

Arabela trataba de no moverse demasiado de donde estaba sentada, el latido latente y punzante de su espalda le indicaba que sus heridas se estaban curando lentamente, pero eso no le bloqueaba su capacidad de cuidar al pequeño terremoto que andaba en pasos torpes y tropezones.

El sonido de la puerta principal alertó a los dos, tanto a la niñera como al pequeño. El chaval que aunque era todavía un infante, muy inteligente y despierto para su corta edad, miró a su cuidadora, que le indicó con una sonrisa cómplice que fuera con sus madres.

-hola, mi pequeño príncipe-la señora Mills se apareció en la sala de estar junto con su esposa y su hijo en sus brazos, a diferencia de la creencia popular de Storybrooke, era una mujer de carácter sensible, amable, cariñoso con su familia, incluso con la chica que cuidaba de su niño-¿Cómo se comportó, Arabela?-Henry sabiendo que hablaban de él, soltó una inocente risita y escondió su carita en el cuello de su mamá-¿hizo alguna travesura?

-no, es un ángel-Henry y Arabela sabían muy bien, que el diablillo de vez en cuando hacía de las suyas, pero siempre que algo ocurría por su culpa, la servidumbre lo cubría limpiando en el instante.

La joven rubia sacó de su mochila el recipiente de plástico limpio donde había llevado las galletas, y se lo devolvió a la alcaldesa.

-gracias, estuvieron muy buenas-la sheriff no era ninguna tonta al escuchar esa frase, también la decía cuando algo de comer no le gustaba y lo había tirado a la basura o no había probado bocado de lo que le habían dado, claro para no ofender a quien se había esforzado en la faena-a mi mamá le encantaron-otra mentira que Emma detectó en la niña.

-me alegra que te hayan gustado-Regina no era una detective, pero al igual que su mujer podía ver que algo no andaba bien con su empleada más joven.

El atardecer se dio muy rápido, y ella había perdido la noción del tiempo, la joven se asustó de la tardanza con la que llegaba a su casa, la señora De Vil estaría furiosa sin importar que explicación le fuese a dar.

Intentó entrar lo más sigilosamente posible, aunque sorprendentemente fue recibida por el llanto de los mellizos mezclados con los intensos, incoherente e inentendibles gritos de la dueña de la vivienda. Creyendo que lo peor había ocurrido, se precipitó hacia donde escuchaba el alboroto.

La escena que se le presentó en frente era algo surreal, tanto que si no supiera que había ocurrido, la rubia habría dado su paga de todo un mes en apostar que había pasado un tornado por esa habitación, el televisor que siempre estaba encendido con las estúpidas novelas románticas que veía Cruella De Vil, estaba volteado hacia abajo y echando humo negro en el piso, las sillas y la mesa de madera barata estaban dadas vuelta patas arriba y desperdigadas por todo el comedor, el refrigerador estaba abierto y vacío, todos los alimentos que habían comprado para la semana estaban derramados y desechos en el suelo, las paredes y las cortinas estaban manchadas con algo que parecía leche, jugo de tomate, y algo marrón...que Arabela deseaba que fuera solo chocolate.

La mujer que se "encargaba" de ellos, estaba frente a un par de niños de ojos llorosos, aterrados y temblorosos, con la respiración agitada, arrinconados detrás de un pequeño sofá volteado. Casi pegados a la pared.

Quiso hacer ruido, gritar, golpear las palmas, lo que fuera para desviar la atención de esa desequilibrada mental de sus potenciales víctimas de una brutal paliza, pero estaba paralizada, muda de la impresión.

YO...DESEO UNA FAMILIAWhere stories live. Discover now