Capítulo 2, Vuelta al pasado

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A lo largo de la mañana la mente se me dispersa en diversos temas, no logro centrarme en las clases.
Después de hartarme durante horas de catedráticos que se creen dioses, me comunican que la profesora que tengo la penúltima hora ha tenido un “trágico” accidente de coche. Eso supone que tengo una hora y media libre de zoología, ¿qué puedo hacer en ese tiempo? Entrenar. Sí. Entrenaré cincuenta minutos, me ducharé y luego volveré. No suena mal.
Salgo de la facultad para mi improvisada sesión de entrenamiento cuando me veo a Aldra hablando con unos chicos. Ella se acerca con una sonrisa que me da grima. A decir verdad, cualquier sonrisa me da grima.
-Ven con nosotros. -dice ella. Como si fuera a decir que sí solo porque me lo pidiera ella.
-No.
-Vamos, ¿no puedes dejar de ser una amargada todo el tiempo? Ni que se te hubiera muerto alguien ayer. -escucho las palabras de ese tío como si fueran escupitajos en mi cara. Un dolor punzante me atraviesa.
<<Volveré a verte...>> una lágrima desconsolada se muere por aflorar en mis ojos, pero eso no va a ocurrir. Me quedo en silencio, con una mueca de dolor en la cara. Solo son un grupo de niñatos, pero hasta ellos pueden ver que ese chico ha dado diana.
-Yo... lo siento... -intenta disculparse, será imbécil.
-No lo sientes. -le interrumpo. No quiero la pena de nadie.- No. No puedo dejar de ser una amargada. Y no murió ayer. Fue hace tres años, ocho meses y nueve días.
Atónitos. Así se han quedado todos. Uno de ellos intenta articular una palabra, pero obviamente no le sale.
-¿A dónde quieres que vaya? -por favor Aldra responde antes de que me arrepienta...
-Al bar de al lado. Vamos a hablar de lo de esta noche.
-De acuerdo.
Por el camino se podría cortar la tensión y la incomodidad con un cuchillo de no ser por mi “amiga”. Su voz cantarina hace que el hablar sea más sencillo.
Unos minutos después llegamos al bar del que hablaban. Es un sitio moderno plagado de modernitos. Cuando el camarero viene a tomar nota todos se piden refrescos y alguna tapa.
-¿Y usted? -me pregunta el hombre. Bueno, hombre, joven, tendrá pocos más años que yo. Probablemente esté trabajando de camarero para ayudar a sus padres a pagar su carrera.
A modo de respuesta ni si quiera lo miro. Aldra enfadada por mi grosería decide responder por mí.
-Solo agua para ella, por favor.
-De acuerdo.
El camarero/universitario se marcha y Aldra me fulmina con la mirada.
-Bueno. La cosa Ciorsteidh es que...
-Espera, ¿Ciorsteidh? Creí que te llamabas Nerac. -y ahora por bocazas Aldra me tengo que explicar, genial...
-Verás, cuando mi madre me dio a luz estaba de viaje en Escocia y en el parto una mujer que hablaba español la ayudó. Me puso el nombre de esa mujer. Y, como sé que Ciorsteidh es un nombre con mucha hostia para alguien de España, pues elegí un apodo que la gente normal pudiera pronunciar.
Creo que en dos segundos he dicho más de mí que en todo lo que llevo de carrera (osea, unos meses).
-Bueno, como iba diciendo antes de que interrumpieras, -mira con enfado al chico que ha preguntado, Fernando, Fer para los amigos.- me gustaría que vinieras con nosotros a la fiesta de André. Sé que tendrás un millón de cosas que hacer y que tienes que estudiar para el examen de química del viernes que viene y, que como siempre, tendrás que entrenar y eso pero...
-Vale. -diosa mía, ¿qué he hecho? ¿Yo en una fiesta? Mala idea.
-Ah... Vale, bi-bueno... -creo que es la primera vez que Aldra se queda sin palabras. Toma un poco de aire y vuelve a su estudiada cara serena cuando viene el camarero. Les sirve uno a uno sus bebidas y cuando me mira, que parece que lo hace con miedo (cosa que me produce una carcajada mental) me sirve con una mano temblorosa una taza de té con leche delante mía.
-Am... Esto, -me mira asustado, como un cachorrito. ¿De verdad doy esa impresión? Tampoco me interesa mucho, la verdad.- Es del hombre de la barra con la cazadora negra. Dice que la invita a un té de canela con leche...
No sé si sigue hablando o no. Si el mundo se ha parado o no. Los recuerdos de mi hermano aparecen con esa bebida.
<<-Una bebida dulce para un ser dulce.- me miraba con ojos llenos de amor, vida y misterio.>> Me giro para ver quien me ha traído curiosamente mi bebida preferida junto con un terrón de azúcar moreno, el tipo de azúcar que más me gusta... me giro para ver al hombre misterioso. Él está sentado en la barra, vaqueros, cazadora y botas negras. Me dispongo a hablar con él cuando derepente se gira. Le miro a los ojos y el mundo se para.

Me meto de lleno en los recuerdos al verle.
<<-Una bebida dulce para un ser dulce.- me miraba con ojos llenos de amor, vida y misterio.- Has entrenado bien.
-Siempre me dices lo mismo, Kartah. -le senté a mí lado en el sofá de la casa en la que vivía él.- No me das el té porque haya entrenado bien, -sabía que él quería que deduciera sola por qué me había dado el té. Lo hacía para agudizar mi mente.- me lo das porque la temperatura ha descendido sobre tres grados en el último rato y no has traído mantas. No quieres que pase frío.
-Muy bien, esa es mi chica. -me dio un beso en la frente y continuamos charlando hasta altas horas de la madrugada.
-Deberías dormir, mañana tendrías que ir al instituto.
-Me da igual el instituto, solo quiero que me abraces. -me dio un beso en la frente de nuevo y me abrazó contra su pecho. Escuchar sus latidos era como una droga. Siempre me dormía entre sus brazos escuchando su corazón. Un corazón que latía al ritmo del mío.- No me lleves mañana al instituto. Déjame aquí contigo, en tus brazos.
-No puedes pedirme eso. Tienes que ir, de lo contrario, tus padres, familia o cualquier persona que quiera tu bienestar intentará que no me acerque a ti, y eso suele ser un incordio.
-Que lo intenten. -dije con un matiz condescendiente.
-Ven, quiero enseñarte algo. -se levantó con cuidado para no molestarme y me brindó su mano.- Acompáñame.
Lo seguí hasta la cocina. Allí, la encimera estaba repleta de ingredientes y frutas.
-¿Vamos a cocinar? -pregunté asombrada.
-Más o menos. Vamos a preparar dulces de fruta. -en ese momento pensaba que era una broma o algo similar.
-Osea, de madrugada vamos a cocinar el desayuno de dentro de unas horas, ¿me equivoco? -sonaba bastante irónico.
-Se.
-Vale. -me reí y Kartah sonrió ampliamente al ver que aceptaba de buena gana su extraña propuesta.
Durante los posteriores treinta minutos estuvimos preparando la masa y la fruta. En alguna que otra ocasión nos tiramos fruta a la cara, cosa que para ser sincera me hizo bastante gracia, tanto que me caí un par de veces al suelo de risa, y al ver eso Kartah también se rió. La siguiente hora los dulces se preparaban en el horno y nosotros llenos de masa cruda de pasteles y trozos de frutas.
-No es por nada pero, deberíamos darnos un buen baño. Tengo yema de huevo en sitios que ni siquiera te creerías.
-De acuerdo. Pero, ¿prefieres una ducha o... tirarnos al río y probablemente coger una pulmonía? -su casa de la ciudad estaba cerca de donde pasaba el Guadalquivir, en una zona un tanto alejada.
-¿De verdad hace falta que me preguntes? Claro que prefiero tirarme al río como una loca. -de mi boca salió una risa despreocupada junto a una carcajada por parte de él.>>

Mi mente vuelve a la realidad sin poder creer al hombre que miro.
-Adrik... -su nombre se escapa de mi boca como un hilo de voz. Tengo el corazón en un puño. Mi cuerpo emite un tosido ante la falta de aire que mis pulmones se han denegado a aportar. Todo mi cuerpo falla. Las manos me tiemblan y siquiera soy capaz de articular palabra. Es... imposible. Pero, ¿cómo...? No consigo entender...
-Cior... perdón, Ciorsteidh. Siempre me costó pronunciar tu nombre, aunque después de estos años supongo que habré perdido tu confianza como para llamarte Cior. -su voz suena emocionada. Escucharle ha sido como una vaselina para mis heridas internas, cuales se cierran permitiéndome sentir después de todo este tiempo.- Ven.
Me tiende la mano y mis músculos se quedan paralizados.

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