Ambos luchábamos codo con codo contra Tárion y sus bestias. Mi hermano me abría paso entre los hombres para que pudiéramos llegar al líder cuando, derepente, un silbido cruzó el terreno y fue directo, sin titubear un solo segundo, al corazón de mi hermano, Kartah. Por un momento sentí como si el tiempo se hubiera parado y el mundo entero contuviera el aliento. Le miré a los ojos unos metros detrás de él. Mis piernas se movieron con una velocidad vertiginosa hacia Kartah antes de que mi cerebro pudiera procesar el movimiento. Para cuando llegué a su lado él yacía en el suelo luchando por vivir unos segundos más. A duras penas podía respirar. La sangre brotaba de su pecho como un manantial y regaba la hierba de un tono borgoña. Le acaricié las mejillas cada vez más pálidas.
-No te vayas Kartah, hazlo por mí, hermano... -le rogaba llorando. Sus labios contuvieron un último aliento, y luego, el dolor más profundo que jamás sentiré. Más que un grito, fue como un aullido, suplicando a los míos que le ayudaran. El aullido cruzó el campo de batalla resonando y golpeando en la mente y oído de todo el que lo escuchara. El mundo entero guardo silencio. Ni si quiera continuó la guerra. Nadie se atrevió a tocarme, si solo con ese sonido maldito ya habían sentido mi dolor, no querían ni imaginar como sería tocarme. Aliados y enemigos soltaron las armas y yo, simplemente, dejé de ser yo. Sólo era un trozo de carne humana que aún seguía, por desgracia, viva.
Intenté mirarle a los ojos, pero su mirada corroída por la muerte fue devastador. El aire me faltaba y ni tan sólo respirar pude. Después de unos segundos, que cada uno de ellos fue una vida, vinieron sanadores. No tengo ni idea de si eran de los míos o no, pero mientras le trajeran de nuevo a mi lado me daba igual quien lo hiciera. Yo solo podía fijarme en lo frío y relajado que estaba su cuerpo en comparación a lo cálido que era antes cuando, de repente, un latido me devolvió la sangre que el dolor me había arrebatado. Luego otro latido y otro y otro, hasta que me di cuenta de que no eran míos, eran de él.
-¡KARTAH! Por favor mírame. Sé que vuelves a vivir...
No pude decir una sola palabra más, había abierto los ojos y me estaba mirando, lleno de vida. Y, con un hilo de voz que me sobrecogió me dijo algo que resuena cada día en mi cabeza.
-El dragón de la espada.
Nunca entendí como pudo decirme algo así en un momento como ese.
-Kartah necesito más no sé que es eso...
-Te quiero hermana... -no era posible. No me lo creía, tenía que vivir.
-Kartah, vas a ponerte bien, te lo prometo.
-Si encuentras al dragón, podrás salvarme con la espada...
-Kartah lo que dices no tiene sentido, los dragones no existen... -estaba delirando.
-Volveré a verte...Lo recuerdo una y otra vez cada día.
Me levanto de la cama y me dispongo a comenzar el día sin muchas fuerzas.Me desperezo con un sonoro bostezo y miro a mi alrededor. El estudio sigue como siempre; la mesa, la isla de la cocina, el sofá... Todo está en un mismo espacio, lo único que está cerrado es el baño. El resto lo tengo todo a mi gusto, abierto y acogedor.
No tengo muchos ánimos de ir a clases, pero es lo que toca. El despertador sonará en un par de minutos. Levanto las sábanas de encima y me dirijo a la encimera de la cocina. Preparo un baso de leche con nesquik y lo caliento un minuto en el microondas. Mientras, enciendo un par de flexos para no tener que encender las luces principales, la luz sería demasiado molesta. Camino con pesadez y estiro un poco las sábanas de la cama, eso evitará que me acueste de nuevo.
“Pip, pip ¡ Pip, pip ¡” La taza de nesquik ya está lista. Vuelvo al microondas y lo abro. El plástico de la taza me quema los dedos pero no lo suficiente como para que la suelte. Cojo una muffin de yogur y frutos rojos, tampoco necesito un desayuno gourmet, y me siento en la mesa.
Busco con la mirada el mando de la televisión y me dispongo a poner las noticias, solo para rellenar el silencio del piso, cuando suena la alarma del móvil. La pantalla indica que son las siete menos diez de la mañana.
Termino de comer y me voy a la ducha, en fin, no creo que sea muy adecuado ir a la facultad con las greñas que llevo por pelo.
Enciendo una estufa en el baño y cojo la toalla blanca. Me deshago de la ropa y la echo a un lado de una patada. Me preparo para meterme en la cabina de la ducha, que no es pequeña, aunque primero quiero inspeccionar mi imagen.
Me veo en el espejo, soñolienta y con unas aureolas moradas bajo los ojos enmarcados en un rostro de piel clara y rasgos bien marcados. El pelo cae liso y cobrizo hasta las costillas. También observo mi cuerpo, no es nada de otro mundo, salvo por la musculatura bastante marcada aunque no muy voluminosa. Mi índice de masa corporal está en la media, y midiendo 1,61 metros pesar sobre cincuenta y tantos kilos no está mal.
Abro las puertas de la ducha y dentro los azulejos son de tonos tierra. El agua comienza a salir demasiado fría para lo que suelo ser yo, de modo que subo la temperatura. Unos segundos más tarde aflora caliente, tanto que podría quemarme de no ser porque mi piel está acostumbrada al agua a ese punto. Cuando mis músculos se destensan me siento en el banco que hay dentro de la cabina. Simplemente dejo que el agua caiga y resbale por la piel hasta tocar la placa de la ducha e irse en círculos por el desagüe. El pelo cada segundo más mojado va pareciendo más oscuro y pesado.
Con el agua fluyendo danzarina a mi alrededor, pienso en todo lo que tengo que hacer hoy; ir a la facultad, estudiar y entrenar. Amigos y demás personas de relativa importancia no entran en mis planes del día a día. Es más, mi familia vive en Granada y pude haber estudiado allí Biología, pero quería alejarme tanto del resto del mundo que me fui a otra ciudad donde también hubiera la carrera que yo quisiera hacer. Mis padres aceptaron encantados cuando les conté sobre el prestigio de la universidad que escogiera. De ahí que mis padres, María y Alfonso, me compraran un estudio en Madrid, que es donde actualmente vivo.
Un rato después he terminado de prepararme y salgo por la puerta con una mochila a espaldas, ropa oscura con abrigos y cascos para no tener que escuchar al resto del mundo.
Las calles se me antojan laberínticas ante mis ojos, nunca he conseguido entender de que sirve ponerle nombre a los sitios si los conocemos por las que cosas que haya en el lugar, no por su nombre. Me paro ante un semáforo, el hedor a gasolina inunda mi sentido del olfato junto con perfumes y demás olores químicos, todo artificial.
Cuando llego a la facultad miro en derredor y me topo con la mirada de Aldra, una de las pocas personas que se me hace fácil respetar, a la mayoría solo las tolero, pero ella es compleja y eso me gusta.
-Nerac, ¿Cómo estás? -Aldra me saluda entusiasmada, supongo que habrá otra fiesta de las suyas esta noche. Ella es un genio absoluto, su cociente intelectual se sale de lo normal, por lo que estudiar le es relativamente fácil así que tiene más tiempo para fiestas.
-Bien. Te preguntaría el porqué de ese estado de ánimo tan... positivo -recalco la palabra con un tono despectivo.- pero me da que es por la fiesta de André.
-¿Tan previsible soy? -impresionante. Parece sorprendida y todo.- Bueno, te preguntaría si quieres acompañarme pero supongo que me pondrás la excusa de siempre. Por lo menos podrías decirme que estás estudiando y eso puede que hasta me lo crea. Pero siempre me dices que tienes que entrenar. ¿Para que tienes que entrenar tanto?
<<Para que cuando le encuentre pueda matarle.>> resuena en mi mente.
-Para pegarle un buen puñetazo a cualquier tío que intente pasarse contigo. -nos reímos y aparentemente la conversación queda zanjada, aparentemente.Esta historia está sacada de una que tenía publicada en un blog, pero tengo muchos problemas para meterme en él así que voy a ir subiendo uno por semana los capítulos de esta historia (un capítulo de wattpad equivaldrá a dos o más del blog, para que se suba antes)y cuando la tenga entera en wattpad borraré el blog. Por si alguien quiere hacerse un poco de spoiler xd y leer la historia antes de que la termine de publicar aquí esta es la dirección: http://argentssecrest.blogspot.com.es
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Secretos de Plata
Novela JuvenilNerac y Karta se querían. Se adoraban. Pero cuando la guerra contra las bestias estalló le perdió, perdió a su hermano y amante Karta. Después de eso, ella intentó sobrevivir al dolor como pudo hasta que un día los compañeros de Karta vuelven a la...