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Ruben besaba los labios de la chica que había conocido en la discoteca. Había tenido una noche movida, y por más que supieran que al otro día, iban a alejarse y hacerse desconocidos.
Se acariciaban todas partes del cuerpo, y se sentían completos, cuando se empezó a poner más caliente el ambiente, golpearon la puerta rompiendo el momento de lujuria.
Ruben separo a la chica de arriba suyo, y se dispuso a abrír la puerta.

— Ruben, dejalo, ven conmigo y sigamos lo que estábamos haciendo.- Dijo sacándose su remera, dejando ver su brasier de encanje blanco, debía aceptarlo, era una mujer que con su cuerpo, haría millones y millones de locuras.

— No, abriré, vistete y vete.- Dijo seco al darse cuenta del calentón que iba a tener, y que iba a perder la oportunidad de seguir viéndola del mismo modo a ella.”

3 a.m.; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora