***De conversaciones, observaciones, planes y parentesco***

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Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece, Hiro Mashima es el creador de ese mundo y de los personajes que yo tomo para recrear mis ideas.

Aclaraciones de lectura:

Narración

"pensamiento"

|Five|

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***De conversaciones, observaciones, planes y parentesco***

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Desde el día del recorrido en el museo, ninguno se vio de nuevo.

Zeref salía temprano a quien sabe dónde, y Mavis se quedaba en casa y de paso inspeccionaba la morada del pelinegro.

Solo veía desde las ventanas, subiéndose a un tronco porque su altura no le favorecía.

No descubrió nada fuera de lo común. Claro, si tener el lugar en un orden casi enfermizo fuera común para alguien que viviera en el bosque alejado del resto de los mortales, como si los evitara.

Todo limpio y ordenado.

Los tonos predominantes en la casa eran los oscuros. Le parecía apropiado. Ese era su tonalidad. Oscura, casi como sus modales.

No vio nada sospechoso, es decir, no hallo lo que creía encontraría. Nada de basura, objetos de dudosa procedencia, aunque sospechaba que muchas de las cosas que allí se hallaban eran objetos que otros desecharon.

Alejado de la cabaña, había una construcción rústica que sobresalía, el único punto de acceso era una pequeña puerta que se hallaba cerrada. Una diminuta rendija dotaba de ventilación el lugar, situado al lado izquierdo, solo animales pequeños podían caber por ahí. Lo habría construido Zeref, sin duda era reciente, diferente a la cabaña principal.

Había tanto por descubrir.

Ya tendría la oportunidad de hacerlo. Se lo preguntaría al mismo implicado.

Después de hacer la inspección concienzuda de la morada de Zeref, fue a dar un pequeño paseo al bosque adentrándose en él. No fue difícil internarse en la arboleda, de todos modos había un pequeño sendero que la guiaba. Supuso que se debía al transitar del azabache.

Más allá encontró un delgado arroyo y siguiendo su curso, una especie de laguna la sorprendió. Era linda. Se prometió venir alguna vez a nadar allí.

Esos días apacibles no dieron lugar a pensar en nada que no fuera: conocer un poco mejor al azabache morador del bosque.

Dejó de lado su preocupación inicial: el de descubrir sobre la presencia del matón de Iván. Tras pensarlo mejor, la idea de ir a esos lugares en búsqueda de un posible captor, no era una decisión inteligente, menos aun cuando se presentaba la posibilidad de ser capturada y eso no podía permitirlo.

Se sentó al final de uno de los tantos árboles que allí se hallaban y reposando su cabeza en el gran tronco dirigió su mirada hacia las aguas cristalinas que reflejaban los rayos solares creando una serie de distorsiones ópticas multicolores. Ese momento de paz le dio la oportunidad de hacer una remembranza de hechos pasados.

Cuando fue a la ciudad a comprar ciertas chucherías y cosas comestibles, se sentía incomoda, observada. Aquella sensación no le gustaba, no después de pasar la mayor parte de su vida siendo objeto de constantes estudios. La privacidad era un concepto casi inexistente para ella. Sin embargo el último año se acostumbró a una soledad que le resulto apacible, pero luego se tornó asfixiante. En la mansión Dreyar trató de pasar inadvertida, sin que nadie supiera de su existencia, se puede decir que tuvo éxito y solo unos cuantos criados eran los que la conocían y gracias a Ivan tampoco pudo entablar relación con la servidumbre de la casa que antes fue de Makarov.

CORAZONES ENTRELAZADOS  ―[Hiatus] ―Donde viven las historias. Descúbrelo ahora