Capítulo 10

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–Adrien, ¿realmente es necesario ir a la escuela luego de vencer un akuma? ¿Por qué no volvemos a casa y dormimos un poco más?

–No seas así, Plagg. Te la pasas todo el día durmiendo, no tienes de qué quejarte.

Adrien atravesaba con gran velocidad el parque, camino a la escuela. Estaba llegando muy tarde, pero no había podido evitarlo. A penas puso pie en las escaleras, un akuma había aparecido sin dejarle más remedio que esconderse en el callejón más cercano y transformarse. Para la mala suerte que representaba, la lucha que tuvo con el akuma había sido algo difícil. Habían estado muy parejos, y si bien consiguió retenerlo bastante tiempo antes que llegase su compañera, recibió muchos golpes que seguramente dejarían marcas. Aún con el Lucky Charm de Ladybug, sus moratones no habían sanado bien como había pensado que lo harían.

"ohh... Ladybug..."

– ¡Adrien!

El chico se frenó de golpe, encontrando a pocos centímetros un poste de luz cerca de su cara.

–Por el santo Camembert, Adrien, ¿otra vez pensabas en Ladybug?

Adrien se apartó del poste y siguió caminando.

–N...no me culpes, Plagg –decía con su rostro enrojecido, para luego soltar un suspiro. – Sabes que cuando pienso en ella, dejo de prestar atención a lo que me rodea.

Plagg blanqueó los ojos con desinterés.

–Y mirame, preocupándome por ti. ¿Qué hubiera pasado si te hubieras golpeado de lleno con ese poste y...? –el kwami se interrumpió, imaginando la situación. De pronto comenzó a reírse en carcajadas que intentaba callar con sus dos manos.

– ¿Plagg? ¿Qué sucede? –preguntó Adrien enarcando una ceja.

–L...lo siento...es que...pff... –intentaba de decir entre risas– es que... si lo piensas bien, hubiera sido muy divertido verte chocar... Me pregunto si hubieras quedado con una cara más tonta que la que tienes ahora.

Plagg rió a carcajadas abiertamente, sin tratar de silenciarlas. Adrien por su parte, miraba sin gracia a su amigo, y subió las escalinatas de la puerta principal de la escuela rápidamente.

Al llegar, empujó las grandes puertas, pero ninguna de ellas se movió. Extrañado, volvió a forcejear el picaporte, sin resultado alguno.

–Maldición, ¿Por qué no abre?

Se alejó un poco y comenzó a golpear la madera, mientras pedía a gritos que alguien le abriera. Nuevamente, no hubo ningún resultado esperado.

–oye Adrien. –llamó el kwami, limpiándose las lágrimas que habían salido de sus ojos por la risa.

– ¿Qué pasa Plagg?

– ¿Esa no es la princesa? –preguntó señalando a un costado de la avenida.

Adrien se dio la vuelta y vio que, efectivamente, la chica que solía visitar a las noches como Chat Noir, subía corriendo las escalinatas.

– ¿Por qué llegara tarde también? ¿Acaso el encanto del hada madrina acabó temprano? O tal vez...

–Shh... Escóndete Plagg, rápido. –dijo apresuradamente el chico, apartándose un poco la camisa. Apenas Plagg logró ocultarse, la chica apareció a su lado.

–B...buenos días Adrien –dijo ella con una sonrisa, para luego apoyarse en sus rodillas intentando recuperar el aire.

–Buenos días Marinette ¿estás bien? –preguntó mirándola un poco preocupado mientras apoyaba la mano en su hombro. – ¿has venido corriendo?

Hasta que se den CuentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora