Despierta.

Sola.

Aurora, veintiséis años, gran físico y personalidad, sociable, trabaja de diseñadora de prendas de ropa. Contenta por su trabajo y comparte su vida con su pareja.
Cada día se levanta ilusionada por la vida que le ha tocado y todo por haber luchado por sus sueños y haber seguido el propósito que tenía en mente.

—¡Aurora, Aurora! despierta, llegas tarde al trabajo— La despertó su madre.
Ella se levantó con la misma descoordinación de siempre.
—Mamá, qué feliz soy con mi trabajo de diseñadora— dijo ella.
—Aurora, ¿otro de tus sueños? Le respondió su madre con una cara de inocencia.
—!Uf! Suspiró decepcionada.

El aborrecido trabajo de cada día, hacía que ansiase más un futuro diferente.
Era un día como cualquier otro. Todos sus días parecían el mismo. La rutina de siempre, levantarse, arreglarse, desayunar y al trabajo. Trabajaba en una oficina como teleoperadora, dónde sus compañeros iban a lo suyo. Aunque por lo menos tenía a una amiga que conoció hace 3 años en ese estúpido trabajo. Quería ser diseñadora, crear prendas de todos los tipos y a las que le sienten bien a cualquier cuerpo.
Pero eso sería imposible ya que nadie le escuchaba por su físico o tan solo porque no se relacionaba mucho.
Lloraba cada día al salir del trabajo, no iba de fiesta por miedo a las críticas de los demás. Y volvía a casa con sus padres, cenaba y se acostaba. Pero antes ella leía diversas revistas sobre moda para mejorar sus pensamientos sobre su maravilloso sueño.