Una lágrima.

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Pasaré por alto, ni creo que esto tenga mucha importancia. Buah esto es una tontería, es un sueño. No puede ser real lo que he visto. Se habló así misma.
Se metió las manos en los bolsillos de su abrigo de pana y prosiguió por el paseo que daba a la mojada arena de la playa de Santa Mónica para llegar a casa. Siempre llegaba tarde, sobre las 23:30 o 23:45. Su jefe la hacia trabajar y dedicarle más esfuerzo a sus documentos, mientras los demás se reían con una risa de desprecio y se iban a sus casas, justamente a las 22:00.
Cuando llegó por fin a casa, su madre le sonrió y le dijo, Aurora querida te he hecho la cena que más te gusta.
Mamá, no hacía falta que hagas esto por mi, toda tu comida me gusta, le contestó, con sus ojos sollozados como cada vez que llegaba de trabajar.
Se sentó y empezó a comer tortilla de patatas, con una ensalada de tomate con trocitos de ajos. Ella probó esa comida cuando fue a España, a Murcia, llegó a ese lugar porque su jefe le mandó hacer fotos sobre sus paisajes. Fue el viaje que más le gustó, ya que hizo uno de sus hobbys. Que era la fotografía.
Le dio las gracias a su madre y subió a la habitación. Se sentó en el borde de la cama que daba a su ventana, se desvaneció, sonrió, pero no lo aguantó más y una lágrima cayó rozando su nariz pequeña y sus labios color rojo por su pintalabios. Cogió el libro que le regaló su padre el cual se titulaba "La Valentía de una simple persona". Se secó las lágrimas, abrió el libro y contemplo una por una las palabras escritas. Lo cerró, lo guardó en su mesita de noche y se acostó, contemplando la luna llena que había ese día, 14 de octubre.

Despierta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora