Un sentimiento desconocido.

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Pausando sus pensamientos en una órbita, pero en su cerebro. Anduvo hasta la colina que se hallaba a su lejana vista, donde todo lo podía ver repleto de hierba y plantas silvestres. Se inició a caminar hasta allí, aunque su paso lento la frenaba y su aliento cansado la desilusionaba.

Me preguntaba donde iba y que quería encontrar cuando llegase a la cima de esa colina que cada vez la tenía más cerca y podía ver con claridad.

Aurora, ¿ocurre algo? De fondo oyó a su amiga. Nada contestó mareada. Y siguió junto ella el camino que quedaba.

Ya estaban con Diego e iban al supuesto y misterioso viaje que Diego le propuso. Él y sus amigos iban por delante, entre risas y murmullos.

Se conocieron todos en la playa y por fin montaron en el autobús. Y me refiero a por fin, porque Aurora empezaba a sentirse avergonzada, miedo a conocer a gente y que la rechacen tal vez.

Llegaron a la colina después de tres cuartos de hora andando sin descanso. Todos se sentaron en círculo y empezaron a sacar comida, bebida y todo aquello que les apetecía. En unos minutos Aurora perdió aquella vergüenza que corría por su cuerpo, y pronto estaba como en casa y riendo.

El atardecer ya caía y Diego se acercó a ella, junto a su pareja. Se la presentó y en seguida mantuvieron una conversación de la cual parecía que se conocían desde hace tiempo. Lidia se fue y Diego se quedó con Aurora.

Bueno, espero que lo estés pasando bien. Se percató a empezar una conversación. Me lo estoy pasando genial, ¡gracias! Contestó ilusionada. Si necesitas algo, estaré en mi tienda de campaña. Está bien.

Sentada contemplando la puesta de sol alguien vino por detrás y se sentó junto a ella. Hola. Dijo ese alguien sonriendo. Se puede saber quién eres. Giró su cara inquieta. Soy el amigo de Diego, Lucas. Aquel que te recogió la maleta del suelo cuando se te cayó. Ah, sí. Gracias, se me olvidó decírtelo. Supongo que por timidez. Contestó entre una sonrisa y un sentimiento que nunca había conocido en ella.

¡Venid todos vamos a cenar!

Será mejor que vayamos. Se levantó Lucas. Iré contigo. Levantándose Aurora.

Después de una gloriosa cena y una larga conversación de diversos temas con mis compañeros de viaje me dispuse a dormir. En la tienda de campaña dormía con Marga y al igual que pasé el día, pasé la noche. Genial.

Al día siguiente, muy temprano cuando los demás aún dormían por la increíble pasada noche, me desperté por el alboroto de los pájaros que volaban por el nublado cielo, entre un ambiente cálido y una brisa fresca. Me senté cerca del acantilado, igual que ayer, y solo se me pasaba por la cabeza el día anterior. El momento en el que aquel chico se acercó a mí. Fue algo nuevo e inexplicable. Me tumbé en la fría hierba y descansé mirando a todos los pájaros libres que volaban aquella mañana inigualable de invierno. Ocho menos cinco, debería ir a prepararme el desayuno. Tal vez unas tostadas y un café me vendría bien, pensé.

Estaba tan tranquila preparándome aquel desayuno que tantas ganas tenía de probar cuando de repente alguien nombró mi nombre. Era Lucas, me sentí extrañada porque me alegré ver su presencia.

Te gustaría ir a dar una vuelta después de desayunar, me preguntó. Sin saber qué decir moví la cabeza de arriba a abajo aceptando su propuesta.

Caminamos bastante ya que llegamos a un bosque donde los árboles que había a ambos lados juntaban sus ramas, arbustos de colores otoñales: amarillos, naranjas, burdeos, marrones. Se asomaban en cada rincón junto a los árboles. Un camino lleno de hojas caídas. Me quedé fascinada.

Si te dijera la verdad, eres una de las personas con la que he estado más cómoda en mi vida. No le encuentro el sentido, te conozco desde hace un día. Comencé a hablar rápida sin parar y a ponerme colorada. Bueno... entre risas Lucas iba a hablar pero Aurora le cortó y otra vez empezó a hablar rápida. Sé que suena raro o todo lo cursi que suena en las típicas películas de amor. Y empecé a reírme con una risa nerviosa. Eres encantadora, de verdad. Insistió este, mirándola y sonriendo mientras tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón y ella se frotaba sus manos cada vez que se ponía nerviosa.

Ya volvían hacia el campamento. Era casi la hora de comer. Sus caras estaban nerviosas, la conversación para ellos había desaparecido, a lo que sus bocas no pronunciaron ninguna palabra. Ya saliendo del bosque, algo les cogió de las manos y los pies, y los arrastró hacia adentro. Sus visiones se nublaron y cayeron dormidos.

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⏰ Última actualización: Dec 16, 2017 ⏰

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