Marvel Christmas Calendar

Sálvame esta noche [Cherik]

Etiquetas: Angst, hurt/comfort, post x-men first class
Resumen: Es víspera de Navidad y Charles extraña a Erik.

Aquella era una noche fría. Había nevado, el invierno parecía estar en su apogeo y en todas las emisoras de radio se escuchaban villancicos, melodías alegres y buenos deseos. No era extraño, después de todo era la víspera de navidad, pero para Charles no era así.

En la oscuridad de su habitación yacía tendido sobre la cama, ya envuelto en las mantas gruesas, hecho un ovillo mientras deseaba desde el fondo de su corazón que el sueño finalmente clamara por él. Anhelaba la inconsciencia ahora más que nunca, pero ni siquiera la botella vacía de whisky en su mesa de luz pudo ayudarle en su cometido.

Cerró los ojos, con una pizca mínima de agradecimiento por el suero de Hank que al menos le permitía un poco de silencio en su mente; y mínima era su gratitud porque esa noche eran sus propios pensamientos los que lo atormentaban y lastimaban. Eran los recuerdos de una época en la que se atrevió a soñar demasiado, a esperar demasiado, a querer demasiado.

Y al final del día, acabó demasiado vacío. Demasiado dañado.

Antes sin duda habría decorado la mansión con toda clase de ornamentos y piezas coloridas; habría hecho que Hank le ayudara a poner un enorme pino en el salón principal, y Raven habría saltado pidiendo decorarlo con el brillo característico, casi infantil en sus ojos. Habría dejado que Sean y Alex desordenaran la cocina y luego pretendería enojarse y luego terminaría uniéndose a las risas porque, al fin y al cabo, es navidad. Habría comprado los suéteres más horrendos del mundo y habría hecho que todos los usaran, sabiendo que sólo una persona se negaría, lo rechazaría con vehemencia y finalmente cedería con una fingida molestia, sabiendo que en el fondo contenía una sonrisa de alegría por ser parte de una nueva familia.

Aquello era una hermosa fantasía, sí, y permanecería por siempre de esa forma. La realidad era otra, cruel, fría y dolorosa como la bala que lo privó del uso natural de sus piernas, obligándolo a renunciar a lo único que lo hacía diferente sólo para poder conservar la movilidad.

Cerró los ojos con más fuerza, pero ya había cometido el error de permitirse fantasear y ahora su mente no le daría tregua. Había pasado por eso antes y sabía el rumbo que tomarían sus pensamientos; usualmente conseguía detenerlos con ayuda del alcohol, pero esa noche lo extrañaba... Sabía que no debería, que no era lógico ni era justo. Muchas veces lo había desterrado de su corazón cuando el recuerdo lo atacaba de pronto, pero ahora estaba demasiado cansado para oponerle resistencia.

Una lágrima solitaria resbaló con pesadez por el puente de su nariz y el líquido salado comenzó a acumularse tras sus párpados mientras dejaba que un rostro y un nombre se clavaran en sus venas. El dolor punzó en su pecho, fresco como el primer día y la primera noche. El dolor de la traición, del abandono y de la ausencia prolongada de quien le había profesado amor con susurros cariñosos. Cada palabra dolía de la misma forma en que lo hacían sus piernas cuando el efecto del suero se desvanecía, cada caricia, cada sonrisa, cada mirada.

Todo era doloroso, abrumador, y pesaba. Sobre sus hombros y sobre su pecho oprimían todas las cosas que hizo y las que no pudo llegar a hacer. Las posibilidades eran infinitas y eso jamás dejaría de atormentarlo, porque tal vez pudo decir algo más, hacer algo más, luchar con más fuerza, insistir lo suficiente...

Se cubrió con las manos los oídos, queriendo acallar una voz que provenía de su interior, de su memoria. Una voz que le había mentido, que le había hecho promesas y que había omitido muchos secretos e intenciones ocultas. Una voz que había exhalado y suspirado su nombre. Una voz que nunca conseguiría ahogar del todo.