Capítulo 7: La llave del relicario

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El amanecer me recibió aún dormida. Pestañeé varias veces, cuando vi el reloj: mediodía. ¿Cuánto había dormido?

Me había quedado toda la noche en vela, intentando pensar o llegar a alguna conclusión, del porqué aquel hombre me seguía. Toqué mi bolsillo esperando encontrar la llave, ahí estaba, la prueba tangible de que saqueé una tumba.

-Al fin despiertas, mamá se fue en la mañana-avisó Jacob-creí que no te levantarías de la cama.

-Anoche no pude dormir bien-señalé-estaba pensando en muchas cosas.

-Hace como una hora llamó tu novio-me informó-sería bueno que lo visitaras.

Acto seguido se alejó. Lo llamaría a Jeremy luego, ahora tenía que ir a aquella casa. ¿Qué cosas encontraría allí?, ni yo lo sabía.

Me estaba metiendo en un problema, al que nadie me había invitado y aún así no me importaba.

Lo mejor sería ir en la madrugada, así no levantaría sospechas.

-¿Te sirvo?-preguntó Tim al verme entrar a la cocina.

-No gracias, comeré luego-tenía muchas cosas en que pensar, luego comería.

Salí sin rumbo fijo. Tenía tantas cosas en la cabeza, que temí que en algún momento fueran a explotar. Necesitaba entrar en esa casa y buscar lo que se supone le había dejado Alfonso a la suicida. Tenía que averiguar más sobre ella, encontrar a su hija, dar con lo que me seguía, y sobre todo sus razones.

Caminaba tan sumida en mis pensamientos, que ni sentí nada, hasta cuando el dolor de encontrarme en el suelo me obligo a reaccionar.

-¿Elisse?-miró asombrada la rubia que tenia parada en frente-tanto tiempo sin verte, ¿Te acuerdas de mí?, soy Melinda.

No la había olvidado, la conocí como en sexto de escuela. Era una compañera de locuras, siempre buscábamos hacer enojar a alguien o divertirnos de alguna u otra manera.

-Sí, te acabo de recordar-sonreí.

-¿Qué es de tu vida?-preguntó, mientras nos dirigimos hacia unas banquetas para sentarnos.

-Un mundo de rarezas-fue lo único que pude decir.

-Bien por ti, mi vida es completamente aburrida. Vine aquí hace casi un mes, pero todo me parece aburrido. No lo sé, quiero regresar a mi hogar con una experiencia nueva-suspiró-aunque creo que no la encontraré.

-Quieres acompañarme a un lugar-si ella deseaba tener una experiencia nueva, yo le haría su deseo realidad-te aseguro que no lo olvidaras nunca.

-Si-no dudó en contestar-a donde sea.

-Te contaré todo, de camino a mi casa-advertí.

No le di muchos detalles. Su curiosidad aumentó, como tenía previsto. En dos días regresaría a Cuba, así que su estadía en su antiguo país, sería inolvidable.

Despuntaban las primeras luces del alba, cuando decidimos salir. Abrimos la puerta con sigilo y nos deslizamos sin encender la luz. Ya estábamos afuera, tomamos el primer taxi que vimos pasar.

-¿Seguro que desean ir para allá?-interrogó confundido.

-¿Sucede algo?-inquirió Melinda-¿hay algo en ese lugar?

-Nada. Ese es el problema, no hay nadie. Aunque quien pasa por ahí dicen que sí-admitió el hombre de ojos verdes.

La brisa fría y cortante nos recibió al llegar. El taxista se había retirado, no sin antes hacer la señal de la cruz en su frente como cincuenta veces.

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⏰ Última actualización: Dec 24, 2016 ⏰

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El alma de una suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora