Mi nombre es Jazz; Prólogo.

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Hace quince años…

Estoy harta. Realmente harta.

Mientras camino por el pasillo, todo lo que escucho son murmullos, risas y comentarios insultantes hacia mí, y me pregunto: ¿cómo es que la sociedad puede ser tan cruel?

Continúo caminando con mi cabeza gacha, fingiendo que paso de todos estos asquerosos comentarios hacia mí. No puedo permitir que sepan que me afecta, que lloro cada noche por esto, que las marcas de mis muñecas no son causadas por el gato que no tengo. Debo permanecer fuerte.

Escucho las chicas ladrar, y los chicos hacer sonidos nauseabundos a medida que paso frente a ellos. Comprimo las lágrimas, negándome a mostrar la más pequeñita debilidad.

Entro al baño, encontrándome dentro con un montón de chicas, que detienen su conversación para verme de arriba abajo, juzgándome, como cada maldita persona de esta maldita secundaria. Luego de unos segundos, dejan de mirarme y siguen en lo suyo, sobre lo genial que estuvieron los muchachos en el partido del viernes.

Me encierro en uno de los cubículos grises del baño, para encontrarme con una de las muchas cosas sobre mí que aparece en este colegio:

«Jazz Collins zorra.»

Está escrito con lápiz labial frambuesa, el favorito de Heyly.

Me dejo caer, arrastrando mi espalda contra la fría pared del cubículo. Cuando mi trasero toca el suelo, las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas. Me duele el pecho, y siento ganas de vomitar.

No entiendo qué hice para merecerme esto. ¿A quién lastimé? ¿De qué manera pequé para que me pase algo como esto? No es justo que, de alrededor de 5.000 personas que estudian aquí, yo sea la única a la que Heyly molesta como lo hace.

Abro mi mochila y de mi estuche de colores, saco la navajita del sacapuntas que rompí anoche. Muerdo mi labio inferior con fuerza para no gemir mientras sollozo, y deslizo el filo horizontalmente sobre mi muñeca.

El dolor me causa un escalofrío, pero hace que el sufrimiento de mi alma se aliviane, y mi mente se concentre más en el dolor físico que en el dolor interno, el más difícil de sanar. La sangre comienza a salir de a gotitas que resbalan por mi brazo, y caen en el piso.

Tomo un poco de papel y limpio el suelo. Con otro poco, cubro mi herida, mientras tapo mi muñeca con la manga de mi fiel suéter, aquél que oculta más cosas que mi sonrisa.

Entonces, los cuchicheos de afuera captan mi atención cuando escucho mi nombre.

—¿Qué creen que estará haciendo la zorra de Jazz en el cubículo por tanto tiempo? —Pregunta una de las chicas, a la que reconozco como Nicole Banfield.

Ella es una más del clan de Heyly, las que se encargan de hacer mi vida una pesadilla sin fin.

No noté que ella estaba ahí. Si lo hubiera hecho, jamás hubiera pisado este baño.

—No sé, tal vez auto mutilándose o vomitando —dice su amiga, Cassie, la pelirroja.

Las lágrimas caen con más fuerza, y yo sigo mordiendo mi labio para no gritar. El sabor metálico de la sangre explota en mi boca, mientras que un hilillo corre por esta, baja por mi mentón y cae dentro de mi suéter.

Rápidamente lo limpio, pues no quiero perder a mi fiel amigo.

—Vamos, no quiero volver a ver su asquerosa cara —opina Nicole, haciendo que Cassie ría.

Cuando sus voces ya no se escuchan, salgo del baño y reviso cada uno de los cubículos. Al ver que no hay nadie, camino rápidamente a la puerta de entrada y la cierro con llave. Me dirijo a un espejo y me veo.

Mis ojos azules se ven opacos y rojos por las lágrimas. En mi mentón aún tengo un poquito de la sangre de mi labio, el cual está exageradamente hinchado.

Me acerco a uno de los lavamanos y me apoyo en este, sintiéndome enferma. Abro el grifo y acuno mis manos para lavar mi rostro cansado. Cuando levanto la vista, veo lo que los demás ven. A una obesa y horrible chica con lentes y ojos azules.

Mamá dice que no estoy gorda, pero es para no hacerme sentir mal. Yo sé que sí lo estoy, pues todos lo ven.

Busco mi mochila y me siento en el piso, abrazándola.

En mi mente, juro que me vengaré. Y no es algo que pienso y se queda ahí. Lo haré, realmente. Seguro diréis «el tiempo pasa, supéralo», «las heridas sanan». Sí, las heridas sanan, pero las cicatrices quedan.

Esto es algo que jamás olvidaré. Todo lo que me han hecho sufrir, todas las lágrimas que demarré por su culpa, me cobraré cada cosas que me han dicho, y es un juramento.

Cuando ellas se crean a salvo, yo llegaré, para arrancarles la vida de sus arregladas manos, y sonreírles mientras les digo:

—Por todo lo que me lastimaste —susurro.

Sí. Eso haré.

Sabrán quién soy. Sabrán lo vengativa que Jazz Collins es. Juro que me vengaré. 

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¡Hola! Bueno, aquí les dejo el prólogo de Revenge. Espero que les guste. ¡Vota y comenta, please!

La de la foto es Jazz. Espero la améis tanto como lo hago yo<3.

ESTO NO ES UN FAN FICTION. 

Instagram: Mynameisori

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