Segunda Víctima

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Tomo una bocanada de aire. La anticipación hace que los vellos de mi nuca se erizaran, como los de un gato detectando el peligro. Mis piernas se sienten un tanto débiles. Jamás había llegado tan lejos. Jamás imaginé este momento así. ¿Qué pasaba si tenía hijos, un esposo, una familia a quién cuidar? ¿Qué pasarías con todas esas personas que la extrañarían? Las lastimaría.

Sacudo mi cabeza, alejando los pensamientos negativos de ésta. No es momento de retractarse. Ella no lo pensó dos veces antes de ayudar a Heyly a hacer mi vida un infierno.

Nathaly era la que me hacía hincapiés, la que hacía el trabajo sucio por Heyly como una devota esclava. El precio de la popularidad. Parecía ser manejada por hilos invisibles, como un títere, el cual manipulaban las suaves y tersas manos de Heyly. 

Llevo mi maleta en la mano mientras me acerco cada ves más a la entrada de su casa. No es muy grande. Tiene dos pisos, con ventanas a ambos lados que parecen sus ojos y una puerta de madera angosta. En el pórtico hay un par de sillones desgastados. Subo las escaleras que me llevan hasta la puerta. Trago saliva con fuerza. Mis manos cosquillean. Esto es excitante.

Toco la puerta. Una mujer con bolsas bajo sus ojos y un rostro demacrado me abre. Lleva un cigarrillo en la mano y todavía lleva puesta su bata de dormir mal atada, que deja ver su hombro. Lleva su cabello en un desarreglado moño del cual escapan un par de mechones. 

—¿Qué? —dice groseramente con el cigarrillo bailando de arriba hacia abajo.

—Em, usted es... ¿Nathaly? —pregunto un tanto vacilante. Aclaro mi garganta para sonar tan segura como me siento.

—Sí, ¿qué se le ofrece? —del bolsillo de su bata saca un encendedor con el cual intenta encender el cigarrillo. No enciende, así que lo tira hacia atrás, pegándolo de una pared.

—Oh, es sólo que tengo un asunto pendiente con usted. ¿Me dejaría pasar?

Ella me mira con sospecha, pero se limita a encogerse de hombros y dejarme pasar. Craso error. 

Las ruedas de mi maleta suenan a medida que pasa entre las duelas del suelo. Llego hasta un sillón con estampado de flores, que, sinceramente, da asco. Limpió lo mejor que puedo las colillas de cigarro y me siento. Veo el deterioro en su casa.

—¿Tiene usted hijos? —le pregunto. Necesito librar esto de mi conciencia.

—Sí, pero Protección Infantil se los llevó hace años. ¿Por qué?

Una malévola sonrisa se dibuja en mi rostro. Con mi conciencia limpia de que no dejaré huérfanos a un par de inocentes criaturitas, no hay muro que sirva de obstáculo hacia mi objetivo.

—Entonces, ¿qué asuntos tiene conmigo? —pregunta Nathaly.

—Pues, verá, mi nombre es Jazz Collins. Y sé que tú eres Nathaly Jones, ¿no? Fuimos juntas a la secundaria. Hiciste de mi vida un infierno —digo mientras me levanto de modo amenazante.

Sus ojos oscurecen y la sangre desaparece de su rostro, dejándola blanca como el papel. Me acerco más a ella, y con un claro terror en su rostro, se arrastra lejos de mí hacia una esquina de la sala. 

—Por lo que veo me recuerdas —digo. Mi propia voz me deja anonadada. Es fuerte y segura. No temblorosa y vacilante como antes. No. Esa chica temblorosa y vacilante murió. A manos de Heyly y su grupo, en el que está, por supuesto, incluida Nathaly. 

Este pensamiento me da más confianza y seguridad. La sonrisa vuelve a aparecer. Si yo fuera Nathaly, estaría temerosa. Ella sabe de lo que soy capaz. Tal vez no lo ha visto, pero sabe muy bien que lo haré. 

Revenge©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora