Adiós

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Me quedo inmóvil mientras sus labios se mueven sobre los míos. Pero simplemente no me siento igual sobre él. O al menos eso creo. Con un poco de esfuerzo que, sinceramente, no creí necesitar, lo aparto de un empujón.

Él me mira anonadado, como si jamás hubiera pensado que lo apartaría.

—¡Te dije que te alejaras de mí! No soy buena, ¿me entiendes? —le grito, exasperada, mientras comienzo a sollozar.

—Jazz… —él extiende la mano, como si fuera peligrosa.

Y sí que lo soy.

—Es que… ¡agh! —gruño demasiado frustrada como para pensar racionalmente. Me llevo las muñecas a los ojos para evitar seguir llorando, pero no puedo parar—. Llévame al hotel, Logan —le pido cortante.

—Vale —él parece decepcionado.

De camino al hotel, el silencio es aún más incómodo de lo que pensaba que podría ser. La tensión entre nosotros podía ser notada a kilómetros de distancia.

El viaje pareció mucho más largo de lo que recordaba, o tal vez era el hecho de saber que iba abrazada al sujeto que me amaba y al que no le podía corresponder. Sé que ambos sufrimos, y conozco la manera de acabar con el dolor de ambos, aunque no sea sencilla.

Una vez en la entrada del hotel, bajo de la moto. Él trota para seguirme, pero yo soy más rápida. Entro al ascensor y pulso repetidamente el botón de mi piso, mientras veo a Logan correr hacia mí. Las puertas se cierran en su cara, y el ascensor sube. Me dejo caer hasta el suelo, demasiado frustrada por todo.

Entro a la habitación rápidamente. Todo está oscuro, por lo que imagino Nathan no ha llegado. Enciendo las luces y encuentro a mi novio, acostado en el sofá, durmiendo. Todo el estrés que he acumulado toda mi vida desparece cuando lo veo dormir. Se ve tan pacífico, tan puro… como si no tuviera problemas en absoluto.

Desearía verme así.

Suspiro. Camino hasta él. Le retiro el flequillo de la frente y planto en esta un suave beso maternal. Me levanto y lo veo. ¿Cómo pude siquiera pensar en que Nathan no es aquello que necesito? Definitivamente, estaba loca.

Voy a la habitación y le coloco un cobertor encima. Beso su mejilla y sus labios, y un par de lágrimas rodaron por mis mejillas. Me siento sucia y malvada, como si le estuviera haciendo un daño horrible a Nathan.

Pero eso acabará. Pues ha llegado el momento de decir adiós.

—Jazzie, despierta —la voz cantarina de Nathan me saca de la profundidad de mis sueños.

Me revuelco en la cama, no queriendo levantarme. Pasé la mitad de la noche dando vueltas en la cama, sin saber cómo debo decir esto. ¿Cómo despedirme sin dejar un dolor tan tangible? Es como si fuera a apuñalarlo.

—Hola, cariño —digo, abriendo los ojos. Le doy un beso en los labios, aún somnolienta.

—Gracias por despertarme cuando llegaste. —Bromea.

Río un poco.

—Lo siento. Es que te veías tan tierno durmiendo y murmurando cosas —repito sus palabras de hace unos días.

Él sonríe.

—Muy graciosa, Jazzie. Ahora, levántate. Es hora del desayuno.

Me desarropo y camino hasta el baño. Me ducho y cepillo los dientes. Me coloco un poco de corrector de ojeras pues la noche tan mala que pasé anoche me pasa factura y me deja este par de oscuras bolsas bajo mis ojos azules.

Revenge©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora