Desgarros en la piel, sollozos que se escapan de un corazón conocedor del dolor que causará el deseo de un querer absurdo.
Un alma dormita ingenua, sin imaginar el futuro que le espera, un futuro incierto, gris, en el que solo se vislumbran sombras, y poco a poco, sin darse cuenta, se rompe en mil pedazos.
Heridas que tornarán en cicatrices, huellas de ese amor, de un amor imaginario, una historia de dos, que tan sólo vive uno, un ser moribundo, soñador, iluso amante de un sueño foráneo, de pasiones que jamás sentirá, pues cada beso que ese ser inalcanzable da, acaricia unos labios ajenos a los suyos, y cada caricia dibuja en otra piel.
Lágrimas se escapan sin querer de unos ojos ya cansados, sin vida, de unos ojos que observan cómo con cada paso que da se aleja más y más ese amor, y se lleva pedazo a pedazo el corazón, dejando en su lugar tan sólo dolor.
