Vos y yo somos compatibles de una manera absurda y compleja. Como cada momento entre nosotros, absurdo y complejo.
Cuando escucho tu nombre no pienso en amor, pienso en que sólo con invocarte me vuelvo incoherente. Pierdo mis facultades. Me haces delirar.
Cuando pienso en vos no pienso en amor, pienso en que logras movilizar hasta la fibra más profunda de mi ser. No sé cómo ni por qué.
Cuando te veo no pienso en amor, pienso en una atracción física visceral. Pienso que, ciertamente, nuestros cuerpos se amoldan perfectamente.
Cuando te oigo reír no pienso en amor, pienso en libertad. En lo libres que somos siendo tan nosotros mismos. En lo libre que me siento al poder ser yo y todo lo que eso implica.
Porque somos tan absurdos y tan complejos que hago lo posible por ignorar esta compatibilidad.
El día que decida dejar de ignorarla e ignorarnos, quizás entienda por qué con invocarte me vuelvo incoherente; por qué cuando te pienso me movilizas hasta lo más profundo; por qué cuando te veo siento esta atracción; por qué cuando te oigo reír me siento libre.
Si logro entenderlo, quizás sí piense en amor.
O quizás siga todo absurdo y complejo y lo único que tenga sentido sea tenerte en mis brazos, escuchándote reír...