Familia elegida, aquella que me acompaña en cada sueño.Amigos verdaderos, esos a los que miras y sin mencionar palabra alguna llegas al fondo de sus pensamientos, de sus sentimientos...
Muchos no creen en la verdadera amistad, más yo sé que existe, pues solo mirando a los ojos de aquellos que, sin saberlo, llegaron a mi corazón y yo al suyo, aquellos que sonríen fingiendo que están bien para no preocuparme, mientras que en sus ojos veo que sufren por dentro, encontré a esos hermanos que escogió mi corazón.
Personas que aún sin compartir sangre o apellido, han sido testigos de mis sueños, de mis secretos, de mis caídas, de mis lágrimas y mis sonrisas...
Es extraño este sentimiento, pues cada abrazo, cada palabra de aliento, cada lágrima que se escapa sin quererlo, te traslada a algún recuerdo y te das cuenta de que, de un modo u otro, ellos han estado en cada momento.
Amigos, no, hermanos más allá de la distancia o del tiempo.
¿Por qué? Porque la amistad no es más que la conexión entre dos personas, una confianza infinita, una lealtad incondicional...
La amistad es ser criticado y admirado, es ser abofeteado y protegido por la misma persona, es ofrecer tu vida y formar parte de otra, es querer a alguien tanto que te duele verlo mal, y luchar a su lado, protegerlo de balas perdidas, de sueños destrozados, curarle un corazón roto en mil pedazos. Apoyarlo en sus fantasías y ponerle los pies en la tierra cuando, sin darse cuenta, emocionado comienza a desvariar. Darle un empujón si desfallece en el camino, una mano cuando tropiece con los baches de la vida, es sonreír como un estúpido cuando lo ves feliz e ilusionado, es llorar con sus lágrimas y reír con sus risas.
Esa es la verdadera amistad.
Esta servidora tuvo la gran suerte de encontrar a lo largo del camino a algunos de esos "diablillos" y hoy puedo decir con orgullo que en mi vida tengo auténticos tesoros.
Por mucho que se aleje mi sendero del vuestro, por muchas vueltas que dé la vida, siempre, en un segundo escondido, en un momento de calma o jaleo, vuestros rostros cruzarán mi mente, y cada recuerdo pondrá en mis labios una sonrisa inconsciente y lloraré de alegría o de rabia por teneros lejos.
Sé que en cada grieta que aparezca en mi corazón, por el engaño de un amor o por las penurias de la vida, ustedes esos pequeños "diablillos" apareceréis tarde o temprano a curar cada herida, con una palabra alentadora o bien con algún grito tan doloroso como necesario.
Os quiero ahora y os querré siempre, no lo olvidéis nunca, pues somos hermanos elegidos por el corazón.