Capítulo 19: "El recuerdo que jamás olvidaré"

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Siempre comencé escribiendo con una acción, pero en ese instante es diferente

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Siempre comencé escribiendo con una acción, pero en ese instante es diferente. El fin estaba llegando, ya teníamos las respuestas a algunas interrogantes. Eso facilitaba saber el fin. Pero ¿hay fin?, creo que ya sabemos que todo tiene un fin en la vida, hasta esta misma, ¿la muerte tiene fin?, claro es la vida. Lo mismo sucedía entre Dios y Tamara, uno es el fin del otro y si estos se terminan, todo termina con ellos.
Deseaba acabar con otra interrogante:
¿Cuál es el rostro borrado?

Empezaré donde todo comenzó, nos remontaremos muy atrás, en el principio de esta historia. Quizás ese sea el fin donde todo empezó, acabará. El jardín de la creación y ahora pecado, en la tierra es un parque cerca de un hospital; yo lo tenía detrás de una puerta.

Llovía demasiado, todo estaba inundado; caminé hasta una banca bajo un hermoso árbol, tomé asiento junto a una joven llorando, la miré; me miró; nos miramos mutuamente.



(...)


—¿Todo está bien? —Apoyé mi mano en su hombro.

Secó sus lágrimas y respondió—: Sí, solo... —Negó con la cabeza tan solo una vez—. Yo veo este lugar y ya no veo a mi hermano.

—Todos hemos perdido algo. —Sonreí—. Lo siento.

—No, no lo perdí —sonrió—. Bueno, no murió. Solo se hartó de mí.

—No es posible, eres su hermana.

Mi respuesta había sonado de un modo diferente del que me imaginé dentro de mi cabeza, pero ya era demasiado tarde para cambiar lo dicho.

—¿Y qué por eso no se puede hartar?

La pregunta me dejó en un aprieto, pero decidí lo que debía responder y lo hice.

—No podría, es difícil, aunque es muy complicado para aclarar, obviamente, no sé la situación. —Negué con la cabeza tan solo una vez.

—Bueno, tú argumento es... súper, me ayuda mucho. —Hizo una mueca.

—¿Usas sarcasmo conmigo?—Alcé una ceja.

—¿Acaso no puedo?—Sonrió—. ¿Quién eres tú?

—Soy Castiel, un ángel del señor —hablé de un modo obvio.

Soltó una carcajada—: Sí, bueno... no deberías presumirlo así.

—¿Por qué?, es un honor. —Sonreí.

—Sí, entonces, debo culparte a ti y para mí no lo es, solo eres un perrito de mi hermano.

—¿A mí? Yo.... ¿qué hice?—Negué con la cabeza y me agaché—. Tamara, es un gusto conocerte. —Sonreí amplio.

1) El ángel pecador (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora