Pasional

131 16 2
                                    

Howon subió el último peldaño de la escalera y respiró profundo. Estaba muy frío allá arriba. Miró hacia abajo y enseguida se arrepintió, quería morir de un golpe, no de vértigo. Tomó otra respiración y asintió. Iba a hacerlo, ya no había vuelta atrás. "¿Debería pedir perdón?", se dijo. Aunque el suicidio era pecado, por supuesto. No había mucho que hacer, no podía pedir perdón después de suicidarse. No podría hacer nada después, de hecho.

Quizá podría arrepentirse y volver a casa.

O quizá no. No quería, realmente. Su vida se había convertido en un infierno. Lo que iba a sufrir cuando se aventara de aquel edificio no se comparaba nada con todo lo que había sufrido los últimos meses. Y ni hablar de todo lo que había pasado antes de dejar su casa. No era tan malo, desde luego. Pero tampoco era suficiente.

Aunque... había una persona. Solo una persona. Y quizá esa persona pudiera ayudarlo.

No, esa persona había sido su cruz. ¿Cómo era posible que se hubiera enamorado de él? Era imposible. Pero aún mas imposible era el ser correspondido. Por un tiempo parecía así, pero cuando Sungkyu apareció, las cosas se revolvieron. No solo para Dongwoo, sino también para Howon.

Porque Dongwoo era un completo ángel. En cambio, Howon era algo mas como un pordiosero. Un mendigo. No era nada ni nadie.

Y ni hablar de SungKyu. Kim Sung Kyu era un ser bendecido, realmente. No había nadie como él. No importa lo mucho que quisiera a Dongwoo, Sungkyu seguía siendo... indescriptible. Y tan imposible. Tenía algo, sin duda, algo que lo hacía diferente. Algo que lo hacía especial. Que lo hacía inalcanzable.

Tomó otra respiración profunda, la que pensó sería la última, y cerró los ojos. La hora había llegado. Levantó las manos y las extendió a los costados. Eso de las manos era muy cliché, pensó. Quizá debería omitir esa parte del ritual. De todas formas, no es como si fuera a volar. Al menos no literalmente, ¿o si?

- No lo hagas - escuchó a alguien decir, y por poco perdió el equilibrio. Entonces, cuando estuvo a punto de caer, tuvo miedo.
- ¡No te acerques! - respondió el pelinegro - O saltaré... voy a hacerlo -

Sungkyu levantó las manos en señal de derrota, y dio dos pasos al frente. Se estaba acercando.
- ¿Saltarás? - agregó nervioso.
- Por supuesto... para eso estoy aquí -

Kim Sung Kyu tomó aire. Nunca había visto a alguien a punto de suicidarse, claramente.

- ¿Y por qué? Pareces tenerlo todo... incluso eres apuesto -
- Porque si - contestó un pelinegro confundido - porque ya nada tiene sentido para mi -
- Yo podría darle sentido a tu vida - se acercó a Howon y sonrió - Yo podría ayudarte... quiero ayudarte -
- ¡Pero no puedes! - dio un paso hacía atrás y casi perdió el equilibrio, pero el abrazo de su acompañante lo sostuvo.
- ¿Por que no? - ambos se miraron a los ojos, haciendo que el menor se sintiera perdido, hipnotizado por aquellos ojos oscuros.
- No lo sé - contestó aún mirándolo.

Kim Sung Kyu sonrió, paciente y extendió su mano hacia Howon, quien lo miró interrogante.
- Ven, quiero enseñarte un lugar - y sin mas preguntas, se dejó llevar.

- ¿Qué es esto? - preguntó Howon en cuanto cruzaron la puerta.
- ¿No es obvio? Es una sala de practicas -
- Si, pero... ¿qué hacemos aquí? -
- Tú y yo bailaremos un poco - contestó Sungkyu, mientras se acercaba a la bocina - Si es posible, bailaremos toda la noche -

Howon se acercó, visiblemente nervioso, y observó su reflejo en uno de los grandes espejos de la habitación. Había una persona triste en ese reflejo. Una persona completamente vacía.
La música comenzó a sonar y Howon sintió algo que hizo click en su cabeza. Esa canción era su favorita. Incluso, era la última que había escuchado antes de su "ritualito". Sungkyu se puso a su lado, era claro que estaba comenzando a sentir el ritmo. Y sabía lo que estaba haciendo. Howon se removió nervioso.

- No sé bailar -
- Solo sigue la música... siéntela - susurró el mayor, que puso un brazo en su hombro y lo hizo menearse. Después se alejó bailando. El menor se quedó pensando. No perdía nada con intentarlo, desde luego.

Howon comenzó a moverse, al principio con acciones torpes, pero después de un rato como un verdadero experto. Dejó que la música fuera lo único que viajara por su cabeza y cerró los ojos. Al cabo de un rato, no podía dejar de bailar. Nunca se había sentido de esa manera. Era como si su alma no estuviera en su cuerpo. Miles de sensaciones recorrían cada parte del joven, dejando un rastro de ellas en su columna, haciéndolo moverse aún mas. Y de un momento a otro, se sintió realmente liberado. Las lagrimas que corrían por sus mejillas decían un poco de ese tanto. Sungkyu se detuvo y sonrió. Había logrado su objetivo.
Howon siguió llorando, pero no dejó de moverse.

Y luego de un rato, por supuesto sin esperárselo, se desplomó en el suelo y comenzó a llorar. Llorar en serio. A diferencia de las lagrimas de hace un momento, Howon se encontraba berreando como un niño chiquito, y lo sabía, pero no podía detenerse. Se sentía tan indefenso, tan débil. Sungkyu se hincó a su lado en silencio. Incluso había apagado la música, era obvio que el tiempo de baile había terminado.

El mayor puso la mano en el hombro de su nuevo amigo y esperó, hasta que el otro se sorbió los mocos para después mirarlo.
- Ya no quiero ser así - susurró de repente.
- Y entonces, ¿cómo quieres ser? -

A falta de respuesta, Howon dejó de llorar y lo miró. Siempre había deseado ser diferente, pero nunca se imaginó de otra manera. Y es que, ¿cómo iba a ser si no era el mismo? "No, si por esta clase de dilemas es que me estaba suicidando", pensó antes de ponerse a llorar otra vez. Sungkyu sonrió, si lo pensabas con detenimiento, aquella era una escena de lo mas tierna.

- Hagamos una cosa - dijo Sungkyu, mientras tomaba la barbilla del pequeño y lo hacía mirarlo a los ojos - De ahora en adelante ya no serás Howon, nunca mas -
- Y entonces, ¿quien seré? - preguntó sorbiéndose los mocos.  El mayor se quedó pensando.
- Serás... Ho... Hoya - el "hombre nuevo" lo miró con sorpresa. ¿Cuál era la diferencia entre un nombre y otro si, después de todo, seguía teniendo el mismo cuerpo? Soltó otro sollozo, y Sungkyu rió. - Pero mira, eso significa que no puedes volver a ser quien eras antes, debes tratar de cambiar; y yo te voy a ayudar. Solo tienes que prometerme una cosa. -
- ¿Y que es? - comentó aliviado.
- Que harás todo lo que yo te diga. -

Los Elegidos de Kim SungKyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora