• Cornamenta •

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— ¡La madre que me parió! ¡Cuánta gente! ¡Voy a morirme aquí asfixiado como no nos vayamos ya! – Exclamó Celestino, el entrenador de Pichit.

— Calmate... – todo el mundo empezaba a mirarles de forma extraña al ver a Celestino gritar de esa manera — Solo quiero comprarle un regalo a Yuuri antes de que nos vayamos...

— ¡¿Qué?! ¡No puedo oirte! ¡Esto está hasta arriba de gente! – Volvió a gritar el entrenador, aunque Pichit sabía perfectamente que se estaba haciendo el sordo para poder salir de allí.

La verdad es que Celestino tenía razón. Había tal cantidad de personas que resultaba algo agobiante. Pero no tantas como para montar ese escándalo.

Era un exagerado.

Ellos dos se movían por el grán mercado que montaban todas las semanas a orillas del mar. Era muy conocido entre todos los habitantes de la ciudad y de los alrededores.

Incluso había gente que venía a la ciudad de vacaciones solo para ver el ambiente que se formaba alrededor de los puestos que colocaban a lo largo del paseo marítimo, y para comprarse alguna cosa curiosa.

Allí podías encontrar prácticamente de todo.

— ¡Que tengo que comprarle algo a Yuuri antes de irnos! – gritó Pichit en la oreja de su entrenador, para asegurarse de que le había oído.

— ¡¿Y decides comprarselo ahora que solo faltan dos días para el viaje?! Permíteme recordarte que pasado mañana a primera hora tenemos que coger el avión que va de Tailandia a Estados Unidos.

— Ya pero... No sabía que comprarle para una ocasión tan especial...

El tailandés se fijó en algo entre aquella multitud, y una sonrisa se dibujó en su rostro.
— ¡Creo que lo he encontrado!

Celestino vió alejarse al patinador hacía uno de los puestos que había más adelante.

Lo que vió lo sacó de sus casillas.

Pichit se estaba haciendo "selfies" con el matrimonio que regentaba un puesto de trajes tradicionales tailandeses.

Celestino se dirigió rápidamente hacia él.

— ¡Normal que no encuentres nada zopenco! ¡Solo has venido aquí a sacarte fotos! – dijo al mismo tiempo que le pegaba un coscorrón en la cabeza.

— Auuuuu – Pichit hizo pucheros – Que tengo que tener material para subir a Instagram cuando nos vayamos a casa...

Anduvieron por allí media hora más mientras Pichit buscaba, esta vez de verdad, el regalo para su amigo. Pero al final se recorrieron todos y cada uno de los puestos y el chico no vió nada que le convenciera.

Acabaron sentados en un banco de un parque que había cerca comiendo helado.

Hacía un calor de mil demonios.

— ¿Por qué no les regalas un sobrecito con dinero como hacen todos? – Preguntó Celestino a la vez que le daba un bocado a su helado de chocolate.

— ¡Porque no quiero ser un sosainas como tú! – dijó Pichit con tono de desprecio, aún le guardaba rencor porque le había quitado el móvil antes para evitar que continuara sacándose más fotos.

— Pues si yo soy un sosainas dime lo que eres tú, que vas a la boda de tu mejor amigo y no tienes nada para darle.

Un flash deslumbró al entrenador.

Le acababan de sacar una foto.

— ¡Pichit! ¡Te he dicho millones de veces que no me gusta que me hagas fotos sin mi permiso!

• Filters • ❄ Yuri On Ice ❄ [ Viktuuri/Otayuri/de todo un poco (͡° ͜ʖ ͡°) ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora