• Puro chantaje •

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A veces, en la vida, hay que tomar decisiones.

Por un lado están las decisiones irrelevantes, las que no influyen de manera significativa en tu vida. Las que, en todo caso, pueden afectar ligeramente a tu vida cotidiana.

Elegir entre ver una serie u otra en la televisión, decidir si te levantas de la cama a apagar la luz porque te la has dejado encendida y ya te has tapado con la manta, escoger entre un sabor de helado u otro, estudiar para el examen de Geografía o dedicar la tarde a ver la telenovela porque sabes que vas a suspender igualmente...

Por otro lado están las decisiones relevantes, las que afectan de manera muy significativa a tu vida. Ese tipo de decisiones que te cierran una puerta a cambio de abrirte una nueva, llena de posibilidades. Las que te hacen querer meditarlas durante horas, ya que una vez que las tomes no habrá vuelta atrás.

Decidir que carrera estudiar, la persona con la que vas a compartir tu vida, mudarte a otra ciudad o país, tener hijos o no, aceptar la invitación a pasar una semana sospechosamente tranquila en Las Vegas antes de que el dúo de idiotas se casen, creer a Viktor cuando te dice "Te va a gustar" o, en este caso, devolverle el móvil a un tailandés enfurecido en lugar de arrojarlo a la fuente forman parte de este tipo de decisiones.

Cualquier persona que tenga que lidiar con Pichit debería seguir tres consejos fundamentales:
1. Pase lo que pase NO le quites el teléfono de las manos
2. Ten cuidado, es un chantajista de primera
3. Venganza es su segundo nombre

Yuuri Katsuki llevaba años conviviendo con él, tantos, que podría hacer un manual completo del tipo "Cómo enfrentarte a Pichit Chulanot y no salir fotografiado en el intento" y convertirlo en un Best Seller.

Sin embargo, el otro Yuri había pecado de inocente al caer de lleno en la trampa del chico, el que con tan solo un par de minutos había conseguido convencerlo de que le diera el móvil.

“ — Yurio, dámelo – Pichit se había parado en seco y había extendido el brazo con la palma de la mano abierta, exigiendo con aquel gesto la devolución inmediata del aparato.

El ruso se detuvo al oir aquella reclamación, a una distancia comprensible de seguridad, jadeando. Llevaba varios minutos siendo perseguido por el tailandés y se sorprendió de que él no estuviera cansado de correr tanto.

No contestó.

— Da-me-lo – repitió, con un tono de voz más serio que antes y pronunciando por separado las sílabas de aquella palabra.

Yurio observó como Pichit se acercaba a paso lento hacia él y no pudo evitar ponerse tenso. Daba puto miedo.

— ¡Y una mierda! – gritó decididamente — ¡No hasta que borres los vídeos! – seguía enfadado porque el asiático había grabado practicamente todo lo que había hecho desde que puso un pié en el aeropuerto.

Pichit puso una sonrisa que a Yurio le resultó bastante perturbadora y se acercó un poco más a él. Ahora tan solo la distancia de unos cinco pasos los separaba.

Vio como el rubio aferraba su mano al bolsillo derecho de su pantalón, el lugar donde se encontraba su preciado teléfono, un i-Phone 7 en concreto.

— ¿Con qué eso es lo que quieres? – se llevó un dedo a los labios — Y yo que pensaba que querrías ver las fotos que le he sacado a Otabek en esa tienda de ahí.

El tailandés señaló con la otra mano un local con un gran letrero con letras rojas fluorescentes en el que se podía leer, hasta desde lejos, "SUPER HOT TOPIC".

La tienda se encontraba casi en frente de la fuente de donde venían. Casi en frente del grupo de patinadores, que continuaban estando alrededor de lo que parecía ser JJ.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2017 ⏰

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