uno

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No sé porque carajos me molestaba en no llamar la atención, al final de cuentas era siempre lo mismo. Por una o por otra razón terminaba en alguna situación humillante.

A veces no era tan malo. Como tropezar con mis propios pies, tirar los libros al suelo, chocar con una puerta... Ese tipo de pequeñeces podía soportarlas, después de todo había vividó con esa torpeza desde siempre. Pero había ocasiones en las que era imposible salir ileso, justo como aquel momento.

Luego de salir de la clase de bilogía tenía que ir pitando hasta el gimnasio para poder llegar antes de que el profesor de deportes cerrara la puerta, ya me había sucedidó antes y el castigo no era algo que me gustara demasiado. Y a quien en su sano juicio le gustaría esquivar pelotas en la portería, pelotas que erab disparadas por los mejores jugadores del equipo de futbol. Pues a mi definitivamente no.

Viendó mi reloj me di cuenta de que a menos que rompiera la barrera del sonído, no había manera de que llegara a tiempo. Aún así no quise rendirme y corrí tan rápido como mi cuerpo alergico al deporte me lo permitía. Lo que no era mucho.

Justo antes de llegar a la puerta del gimnasio ( que de hecho ya estaba cerrada) me topé con alguien. El choque fue lo suficientemente fuerte como para mandarme al suelo y empujar a la otra persona contra las puertas.

Y cual fue mi sorpresa (o más bien mi horror) al darme cuenta de quien era.

Ethan Harmond.

Me pusé de pie en un salto y traté de huir pero él fue más rápido. Me tomó por el cuello de la camisa y me estampó contra la pared.

—¿ A dónde vas, enano? — siseó muy cerca de mi rostro.

Temblé y no era para menos. Ethan Harmond era el tipo más conocido de toda la escuela. Tenía fama de matón y la apariencía también. Era muy alto, cabello negro y unos impresionantes ojos verdes, que teniendolos así de cerca me di cuenta de que tenían pequeñas motitas color marrón.

—Lo siento...y-yo...— susurré, pero me hizó callar poniendo su mano en mi boca. Mis ojos se abrierón por completo. Sentía la muerte acercandose.

—No me interesan tua disculpas.

—Es que...

—¡Que te calles! — cerré la boca y me limité a verlo fijamente— Eso esta mejor — me soltó — como pago por tu estupidez creo que te tomare como esclavo.

—¡¿Qué?!— grité susurrando.

—Lo que oiste, enano. Ahora sigueme.

Me quedé viendo un momento a la puerta cerrada y luego a la espalda de Ethan Harmond.

No fue díficil elegir, claro que en mí estúpida inocencia esperaba  que seguir a Ethan no me trajera problemas.

—Por cierto, mi nombre es Allen Mosley. —Dijé mientras corría para alcanzar a Ethan.

Bajó su vista hacía mi y sonrió de medio lado. Levantó la mano y revolvió mi cabello.

—Bueno Allen, es un gusto.

Por SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora