CAPÍTULO 2 CASTIGADOS

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Al día siguiente los dos llegaron a la arena sin cruzar ni siquiera miradas, hundiendo el ambiente en un total silencio. Harmoní vestía un short de color negro y una blusa blanca sin mangas acompañada de una playera extra de manga larga color acre que mantenía sin abrochar. Por otra parte silverhier llevaba una capucha azulada y un conjunto de pantalón beich holgado y una playera negra. Pasaron unos minutos y el silencio se volvia cada vez mas aplastante asta que fue interrumpido por silverhier cuando limpiaban las cuerdas de una de las numerosas redes de cobre que utilizaban para escalar.

- Gracias. - susurro Silverhier con una voz fina y apagada típica de un niño carente del valor para verla a los ojos.

- No sé ni porque te ayude. Así que ni me agradezcas - le contesto rápidamente conteniendo las ganas de reír amargamente y sin levantar la mirada prosiguió con su laboriosa tarea pasando el trapo de un lado a otro sobre las cuerdas de cobre.

Él la mira con intriga, no comprendía como ella pudo hacer algo así y luego evitarle por completo. Realmente era una chica muy rara que escondía algo tras un caparazón de hacero, cosa que el sentía el impulso de romper. Así que se aventuró a levantar su muy débil voz e intentar decir de forma sarcástica:

- ¿Todos lo fon son así de fríos?

- Si quieres sobrevivir en este mundo, –declaro Harmoní distraídamente- tendrás que aprender a dejar de lado tus emociones para que no te coman vivo. - levanta la mirada, suelta la cuerda, dejándola caer en sobre su regazo, y le mira como con ojos vacíos y una sonrisa ligeramente forzada de carácter perturbador, que escondían lo que se encontraba tras aquel muro que daba a su corazón, reforzando la barrera ente su hablar y sus emociones marchitas escondidas tras una cortina oscura de indiferencia, permitiéndole decir serena y calmadamente: - En este lugar el débil muere rápido.

- ¿Llevas bastante tiempo aquí no...?- contesto silverhier – tu rostro se distorsiona como las dunas del desierto cuando se avecina una tormenta. Debió ser muy duro. El grado de perturbación es casi ilerante.

Sin perder la serenidad, Harmoní borro esa molesta expresión falsificada y aparto la mirada fijándose en el brillo del cobre bajo la tenue luz de un día levemente nublado, creando un silencio matador. Respira hondo, arroja la cuerda al suelo y se levanta, mira al chico por unos segundos y empieza a caminar.

Llega a un extremo de la arena y se sienta sobre en una viga de madera en forma trapezoidal con un grueso de apenas cinco centímetros en la parte posterior y veinte en la inferior que apenas y superaba la altura de su cadera. Se crea su propio soporte en está extendiendo los brazos y roza con las yemas de los dedos la rugosa textura del artefacto

- No te imaginarias por lo que he pasado estos últimos años - empieza rascar el madero con una de sus manos hasta sujetar un bordecito y consecuentemente arrancándolo, dejando un hueco en este. Juguetea con este por un momento entre sus dedos -. Aunque en el momento que entraste me di cuenta de que tal vez no, pasamos prácticamente por lo mismo.- parte el trocito.

-¿De qué?

- Tú has visto a alguien cercano morir ante ti ¿no?- parte el trozo y tira los restos al suelo.

Silverhier empieza a temblar, apretando los puños y mordiéndose el labio inferior intentando contener aquel llanto que intentaba salir. Respira profundamente y dice casi susurrante:

- A mi hermano menor – Rechina los dientes y se tapa los ojos con una mano, ocultando sus vidriosos ojos, incapaz de ocultar lo tembloroso de su voz-. Fue atravesado por un hacha y cayó frente a mí mientras estábamos en un campo de girasoles en la frontera sudoeste. Era mi responsabilidad cuidarlo, pero todo paso tan rápido. Las flores se tornaron rojas y de un momento a otro se prendió fuego en todo el campo. No sé bien como sobreviví a eso.

- Halo de llamas. – Explico Harmoní – Extermina toda cosa viviente en un rango de dos metros, el humo crea parálisis o pérdida del conocimiento. Una herramienta maldita que solo se usa una vez debido a que esta se convierte en un detonante pirotécnico alimentado por la sangre.

- Sabes mucho.

- Son cosas que se aprenden. Los carmesí dominan el fuego y no es de extrañar que las armas estén impregnadas con esta capacidad. Claro que todas son diferentes y tienen una capacidad diferente. – chasqueo la lengua y enojada dijo: - Yo vi a mi padre agonizar con un agujero en el pecho, una flecha le atravesó el corazón y al traspasarle el tejido exploto a medio camino. Me quede a su lado mientras escupía sangre y los otros nos abandonaron como cobardes.

- ¿Otros?

-Un niño flacucho al que llamaba hermano y mi madre.

-Entonces tienes familia. Puede que sea improbable pero podrían seguir vivos- dijo velozmente mirándola con ojos apacionados.

- Para mí ya están muertos.

- Pero son tu familia.- grito Silverhier mientras se paraba.

Harmoní dejo salir una risilla malhumorada y le dijo con desprecio enfatizando con sus movimientos las palabras:

- Se nota que no sabes nada de este lugar. – se acerca gritándole - Cuando te separan de tus seres queridos puedes considerar que están muertos o que nunca te apreciaron niñito de mami

Lo empuja y lo deja caer en el piso. Respirando jadeantemente lo mira por unos segundos, cierra los ojos y se voltea para empezar a caminar hacia la gran entrada que poseía la arena. Se detiene frente al entrecerrado portón. Voltea a verlo nuevamente y deslizando la mano en la liza madera del portón dice con una voz triste: -Tal vez no lo notaste, pero muchos de nosotros fuimos entregados como ofrenda a los altos mandos y no somos más que basura hasta que demostremos que valemos algo. – le da un golpe a la biga de madera unida a una bisagra gigante que cerraba el portón y aferra los dedos en los bordes de la puerta para abrirla ligeramente para poder pasar ente ese espacio.

Después de esto salió del edificio sin decir nada, dejando atrás a aquel niño de cabellos de plata.


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