Prólogo:
Sonó el timbre, « ¡libertad!» pensé. Cogí de mala gana la mochila que colgaba de mi asiento y me dispuse a salir cuando vi que Oliver, mi mejor amigo, no había salido aún. Me acerqué a su mesa para esperar a que terminase de recoger sus cosas. —Vamos, gorrito — le tiré del gorro de lana que llevaba puesto y corrí con él en la mano, Oliver arrastró su mochila, tirando así el asiento, y se apresuró en llegar a mi altura para arrebatarme la prenda de las manos. Se paró enfrente de mí e hizo una mueca, a la vez que extendía sus brazos para impedirme el paso. Intenté aventajarle, pero fue en vano, me cogió de las muñecas y haciendo un rápido gesto me abrazó de una forma de la que no podía moverme. Podía escuchar su corazón latir, y supongo que él también podía oír el mío. Sus atléticos brazos me rodeaban, y yo, haciendo estúpidos intentos de escapar de ellos, no sabía lo afortunada que era. Conseguí escurrirme y me precipité a alejarme de él riendo a carcajadas.
-S y M