Capítulo 3

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Cap. 3

Encajé la llave en la cerradura y entré en silencio.

-¿Dónde has estado? -bramó mi madre de tal forma que su voz resonó por toda la casa. Quería hablar, quería decir muchas cosas a la vez, pero temía que mi voz ni siquiera saliese de mi garganta. -Hola-me sorprendí por el hecho de haber emitido un solo sonido-he estado en la bolera.-forcé una sonrisa.

Ella me miró de arriba abajo y soltó un suspiro mostrando alivio. Con menos preocupación, se dio la vuelta y volvió a sus faenas mientras seguía hablando. -Ah, vale, ¿Y eso? ¿Con quién? -me senté en una silla de la cocina y murmuré la respuesta. Ella simplemente lo ignoró y siguió a lo suyo.

Me acerqué a la ventana y apoyé mi cabeza sobre el cristal, y de repente, sin saber bien por qué, ansiaba estar fuera. -Mamá, voy a salir a dar una vuelta ¿vale? -dije mientras cogía mi chaqueta del perchero. -Vale-Dejó escapar junto a un suspiro.

No tenía rumbo alguno, simplemente andaba en línea recta, observando cómo el viento jugaba con las hojas de los árboles, que se balanceaban con delicadeza anunciando la llegada del invierno. «Invierno...» me repetí a mí misma. Sonaba genial, por fin libertad, dos semanas sin hacer absolutamente nada.

Vi un puesto de churros, los primeros del invierno. Metí la mano en mi bolsillo en busca de unas cuantas monedas «Uno, con cincuenta, dos...» conté, y seguidamente suspiré. -Me faltan cincuenta céntimos-gruñí para mí misma.

Me senté en un banco a descansar, veía cómo todo el mundo se paseaba con su cono de papel lleno de churros, dejando un aroma que hacía rugir mis tripas. De repente, una mano cálida se posó sobre mi hombro.

Un chico se sentó a mi lado, no sabía cómo era, ni cuantos años podía tener, quería examinar cada detalle de su rostro, pero me daba vergüenza mirarle así, descaradamente.

Aunque él me estaba poniendo de los nervios porque sí que me estaba examinando.

No sabía a dónde mirar. Me estaba poniendo nerviosa, y como apenas tengo paciencia, enseguida me puse a la defensiva. -¡¿Chico, qué te pasa conmigo?! -ahogué un grito y lo miré, finalmente.

Lo cierto es que era bastante guapo. Sus ojos color miel se achinaron, dando paso a una preciosa sonrisa, que dejaba ver a través de sus carnosos labios.

Estaba sonrojado, y tenía la nariz y los labios rosados, pero no era por vergüenza ni nada parecido, sino por el frío.

-Tiene hambre, ¿cierto, señorita? -preguntó el extraño. -¿Qué dices? ¿De qué hablas? -dije agresiva. -¿O...espera a alguien? No, eso no puede ser. -insinuó.

No esperaba a nadie, de hecho, su primera suposición había sido correcta, pero quería ver qué argumentos tenía para negar que pudiera estar esperando a alguien.

-¿Por qué crees que no espero a nadie? -solté al fin, curiosa. -Es fácil de adivinar-pausó, para mostrar así de nuevo su preciosa sonrisa-lleva bastante tiempo aquí, no esperaría tanto por nadie, porque nadie le haría esperar tanto tiempo. -me miró con curiosidad.

Era observador, parecía que podía leer mi mente solo con mirarme a los ojos.

Suspiré, abrí la boca para hablar, pero antes de poder articular ni una palabra mi estómago rugió de nuevo, interrumpiéndome así, y haciendo que ese chaval pusiese cara de asombro. -Por lo visto, tiene mucha -rectificó-muchísima, hambre.

Me crucé de brazos y hui de su mirada. -¿Y eso por qué tendría que incumbirte? -le corté. Él cogió una bocarada de aire con la intención de contestar, pero, por lo visto, pensó que era mejor no hacerlo. Se levantó del banco, se sacudió los pantalones, me lanzó una última mirada y se fue.

Me quedé pensando sobre aquel chico. ¿Por qué se iba a interesar en una chica a la que no conoce de nada?

Saqué el móvil de mi bolsillo para comprobar la hora. ''9 pm''. -Es tarde, debería volver-susurré, sin apartar la mirada del aparato.

Me levanté con cuidado del banco, y al alzar la mirada, cuál fue mi sorpresa al ver de nuevo a aquel chico, ¿cuándo se había acercado tanto a mí? Estábamos a escasos centímetros así que di un paso atrás, incómoda por la situación.

Extendió su brazo para ofrecerme... ¿un cartón de churros?

No pude evitar reír ante la situación. -No puedo, no tengo dinero-le miré y sonreí-Vamos, creía que eraslo suficientemente inteligente como para entender que esto es una invitación, un regalo. - extendió aún más el cono.

Yo lo acepté, y comencé a comer. - ¿Qué quieres? -interrogué en un tono que incluso a mí me sorprendió, parecía que en ese momento toda la calle se hubiese silenciado, solo se escuchó mi voz y el eco de la misma.

Él dejó escapar de sus preciosos labios una carcajada sonora, y después comenzó a articular unas dulces y melódicas palabras.

-M

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