Capítulo 9
Me aparté de él.
─¿Qué haces? ─pregunté con una notable separación entre ambas palabras.
Él apretó los dientes y contuvo las palabras.
No sabía lo que se le pasaba por la cabeza en aquel momento, pero desde luego, eso no era cosa de amigos. No me quejaba, de hecho, había sido el beso más tierno y dulce de mi vida, pero… ¿Por qué?
Caminó hacia la puerta y sin decir nada salió de la casa.
Un silencio ensordecedor reinó en el lugar.
Me tiré de nuevo en el sofá e intenté pensar en cualquier otra cosa, pero era imposible.
Cuando me disponía a levantarme por fin para tomar algo, sonó el timbre.
Me acerqué delicadamente a la puerta y observé a través de la mirilla quién estaba al otro lado de ella; Azahara.
Abrí aún en mi onesie y ella pasó sin necesitar invitación, trayendo consigo una fría ráfaga de viento que me caló los huesos. ¿Realmente hacía tanto frío fuera o era su gélida actitud la que aportaba esa sensación?
─Oh, no, Azahara, no puedes pasar─ pausé para contemplar su expresión de desconcierto─ cuando compramos la casa el dueño puso la condición de que no podían entrar animales. O sea que ni zorras, ni perras, ni nada, por favor, vete.
Azahara me miró por encima del hombro y sonrió mientras caminaba inspeccionando la casa.
─Uh, huele a celos, ¿no? ─ rio ─ tu amiguito es un poco baboso, pero es mono.
Rodé los ojos.
─ Todo tuyo. ─dije apretando los dientes.
─ ¿Estás segura? ─ pasó un dedo por su pelo haciéndose tirabuzones ─ Ay, pero… ¿Y si el pobre se ilusiona y se cree que realmente me gusta?
Suspiré y me tragué las palabras que tenía pensado decirle, aunque pareció que había tragado cuchillas.
Sin decir palabra abrí la puerta y le ofrecí que saliese de buena forma. Al ver la puerta abierta arqueó una ceja y se giró, sin intención de pasar por ella.
No pensaba hablar, no lo iba a hacer. Esa asquerosa se iba de mi casa, por las buenas o por las malas.
Así que me acerqué a ella, y agarré una considerable cantidad de sus extensiones rubias.
─ ¿Qué haces, Nicole? ─ gritó con una voz chillona y molesta ─ ¡No tiene gracia, estas extensiones valen más que tu existencia!
Y… me hartó. Tiré de su pelo hasta sacarla de la vivienda y le cerré la puerta sin preocuparme de si seguía ahí.
Volví a la comodidad de mi sofá, y de nuevo, otra interrupción.
-M