Cap. 1
Arribé a casa y tiré la mochila en la entrada. Me descalcé y me senté en la mesa de la cocina, normalmente no había nadie en casa hasta las ocho y media de la tarde o así, y apenas eran las tres del mediodía. Metí al microondas un bote de espaguetis pre-cocinados y cuando hubo acabado el tiempo, volqué la lata en un plato y clavé el tenedor en él.
Después de la comida, me senté en el sofá, y en pocos segundos me encontré sobresaltada por el sonido de mi móvil. —¿Sí?—pregunté. —¡Nicole!—exclamó Oliver. —¿Qué ocurre? —Nada, solo que me aburro, ¿te apetece quedar?
—Emm…—vacilé— Claro, ¿por qué no? — acepté.
—Voy a por ti en diez minutos—rio y colgó al instante.
Tiré el móvil en el sofá y subí a mi habitación a cambiarme. Abrí el armario de par en par y emocionada me lancé a elegir la ropa que quería ponerme, cuando me di cuenta de la situación. «¿Por qué estás tan emocionada por salir con tu amigo? Después de todo, solo es tu amigo, ¿no?» Oliver y yo teníamos buena relación hacía ya varios años, pero desde hace unas semanas hemos estado más unidos el uno al otro, no sé lo que significará, pero después de todo, tengo que recordarme que solo es un amigo.
Bajé de las nubes y decidí finalmente qué quería vestir, me puse mis jeans favoritos y un jersey de cuello vuelto, junto con unas zapatillas deportivas que hacía siglos que no calzaba. Justo a tiempo, cuando terminé de atarme los cordones, sonó el timbre. Me metí el móvil al bolsillo y bajé las escaleras a paso ligero. Abrí la puerta, y ahí estaba. Oliver.
Vestía una sudadera azul celeste que hacía juego con sus ojos, que miraban al suelo con timidez, llevaba unos pantalones ajustados de color negro, de una cinta de estos colgaba una cadena metálica que sujetaba una cartera que llevaba en el bolsillo de atrás. En la cabeza llevaba de nuevo ese gorro que le había quitado hacía apenas una hora y media, su flequillo peinado hacia arriba sobresalía de este. Parecía que se hubiese arreglado muchísimo, aunque iba casual, no sé bien qué le daba ese toque formal, porque desde luego, formal no iba. Pasaron treinta segundos en los que solo le miraba, y él sonreía. Hasta que por fin él rompió el silencio. —Em… Hola—rio tontamente. ¿Qué estaba ocurriendo? Esto no era normal. —Hola—sonreí.
-S y M