Capítulo 3

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Septiembre 2013 — Íria

                

—Niña, vamos a cenar en la casa de Magnolia.

Mi abuela se encontraba en la puerta del antiguo cuarto de mis padres, sacando nubes de humo por la boca y la nariz a la vez. Creo que no le había visto alguna vez sin un cigarro entre los labios, pero no me molestaba. Inhalé con avidez y me acerqué disimuladamente para entrar en el corazón de una nube que debería percibir como maloliente, pero para mí se parecía a un jardín en flor.

Había sacado todo fuera de esa habitación y planeaba transformarla en un estudio de trabajo. Mi madre tenía otra vida ahora y había jurado no volver a poner el pie en el pueblo. Sabía que solía invitar a mi abuela en largos viajes disfrazados como días de vacaciones con todo incluido, para que se vieran.

—Bien —acepté. De todas formas, sabía que «el equipo fantástico», un sobrenombre que había dado a las dos abuelas, la mía y la de Jared, no admitía otra respuesta. E intentar protestar era pérdida de tiempo y gastar energía.

Sus siguientes palabras tuvieron el efecto de un virus estomacal.

—Ponte algo bonito.

—¿Por qué? —pregunté mirándome los vaqueros descoloridos y el jersey. No es que íbamos al Ritz, así que tenía una sospecha alimentada de los vuelcos que daban mis vísceras.

Desconfié totalmente de su respuesta.

—Porque me apetece presumir de mi nieta —me explicó, acariciando levemente mi mejilla, gesto que casi me tranquilizó. Tosió y se giró para salir, mientras añadía—: Y porque Jared estará allí.

Hasta que mi cerebro procesara las últimas palabras y puse mis pies en funcionamiento se había escabullido con una velocidad sorprendente para una mujer de su edad. La pillé en la cocina.

—Abu, —empecé, haciendo hincapié en sus profundos sentimientos de amor hacia mí—, no te imaginas que vamos a volver juntos, ¿verdad? Quiero decir, éramos adolescentes y todo eso…y… — Ya, debería haber pensado en algo más convincente antes de empezar.

Me batió el hombro con la palma de la mano, sonriendo inocentemente.

—Claro que no. Tengo la confianza que la vida os dará lo que os merecéis.

Si había tenido la intención de apaciguarme, no lo había conseguido. Las sabias palabras me sonaban como una cita perfecta para usarla un segundo antes del fin del mundo.

Así que pasé el viernes comprando en Internet lo que necesitaba para completar mi equipo de trabajo, y por la noche me encontraba en el agradable salón de la señora Magnolia, preparada para lo que fuera. Estaba bien disfrazada en mujer omnipotente bajo una capa de pulido maquillaje, y luciendo guapa en mi vestido de lana, agradecida porque el diseño me cubría las rodillas que no dejaban de sacudirse.

Los minutos pasaban, Jared no aparecía, y el sudor me empapaba la piel. Empecé a sentir un pelín de esperanza, pensando que no iba a aparecer. El único trozo que había tomado del aperitivo que nos había servido la señora Magnolia, delicioso de hecho, no había bajado más lejos de mi garganta, y empecé a sentir que me faltaba aire. Me levanté para ir al servicio con la intención de usar los beneficios del agua fría.

Llegué a la puerta del salón en el momento justo para advertir que Jared estaba a punto de salir de casa. Probablemente había evaluado la situación y había decidido saltarse la comida si mi persona estaba incluida en el menú.

—¿Jar…?

Se giró como si fuera electrocutado, teniendo el atrevimiento de parecer sorprendido.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora