Capítulo 6

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   Octubre 2013 — Íria

Mis pasos eran tan débiles que casi no desplazaban la alfombra de hojas muertas.  El bosque era silencioso, ese tipo de quietud de otro mundo en que el latido del corazón se escucha como si fuera un trueno.

La hierba me hacía costillas en la piel desnuda de los pies, la sentía fresca y me revigorizaba. Levanté los brazos y miré cómo los rayos de sol trazaban líneas de luz en mis manos. Abaniqué los dedos y los hice bailar por entre ellos. Me sentía perfectamente relajada, embutida de una sensación de beatitud.

La luz se hizo más y más fuerte hasta que me dañó los ojos. Bajé la cabeza pero de algún modo todavía me alcanzaba. Abrí la boca para protestar cuando algo pesado forzó a mis labios a mantenerse cerrados. Me asusté. Forcejé y gruñí, cada segundo más aterrorizada. La luminiscencia me hería la retina y los labios se me habían entumecido por la fuerza del empuñe.

Abrí los ojos y me percaté que había estado soñando estar en el bosque. No obstante, la parte en que estaba acosada, era toda real.

—Levantate y brilla, cariño —susurró Jared, manteniendo el foco en su rostro un momento para que pudiera reconocerlo en la oscuridad del cuarto.

Le pegué la mano, me tiré de espaldas y me froté los ojos. Mi respiración se ralentizaba poco a poco y mi cerebro adormilado procuraba entender los hechos. Era de noche y Jared se encontraba en mi habitación, en mi casa. La furia se impuso sobre las otras emociones. Tiré con celeridad la manta, salte de la cama y paré con la mano en su pecho, empujándolo con toda mi fuerza.

—¿Estás loco? ¿Pretendes matarme? ¿Qué diablos haces en mi cuarto? —Miré la noche por la ventana y confirmé que ya no estaba soñando. Volví a gritarle en voz baja para no despertar a mi abuela—. ¿Qué hora es?

Jared se frotó el pecho y me sonrió diabólicamente. Podría borrarle ahora mismo esa sonrisa en cien maneras diferentes y todas dolorosas. También podría encargarme de su pelo y mis uñas eran armas de ataque infalibles que podrían dejarlo sin sus hermosos ojos. Al parecer no estaba al corriente de esos datos, ya que no cambió su expresión de «estoy muy orgulloso de mí mismo».

—Es hora de que trabajes. Has firmado un contrato —me informó sin inmutarse por mi cólera.

—¿He firmado un contrato? ¿Trabajo? —Reconozco que empecé a balbucir, preguntándome de qué iba eso. Sentí el frío del cuarto y me froté los antebrazos. No llevaba más de un camisón de seda, lo que era perfectamente normal teniendo en cuenta que unos minutos antes me encontraba tranquilamente dormida en mi cama. Pero no sentía vergüenza y no pensaba darle la satisfacción de hacer que me sintiera incómoda. Había crecido y había llegado al estado de aquella «flor tardía» de cual me hablaba mi madre cuando miraba desconsolada mis huesos delgados. Ahora estaba satisfecha con mi apariencia, incluso sin arreglar y sacada a la fuerza en medio de la noche. Si hería su sensibilidad, mucho mejor.

—Quiero fotografías del hotel de noche. La terraza que da al bosque está decorada con lamparillas multicolores y el efecto es deslumbrante —me informó como si estuviéramos en una entrevista de trabajo.

Aún me sentía un pelín confusa y me costaba entender que me hablaba de trabajo.

—¿Fotos de noche? —grité y enseguida volví a callarme. La indignación me salía por los poros. Jared se había alejado hasta la ventana y no me miraba. Bien por él, porque no sabía qué podía hacerle si lo tuviera cerca.

—¡De noche es a las nueve, no a las cuatro de la madrugada! —farfullé en voz baja—. ¡Sal de mi cuarto! ¿Cómo has entrado?

Se giró, acomodó su hombro en el marco de la ventana y cruzó las piernas a la altura de los tobillos en una postura relajada.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora