Capítulo 19

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Ya nos acercamos al final. No me comentáis mucho, pero veo que seguís por ahí, así que gracias :)

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Febrero 2001—Jared

Agarré  el marco de la puerta, maldiciendo en silencio mi suerte.     

—Abuela, en serio, estamos bien —dije, aunque no sabía porque me molestaba.

Acababa de entrar en casa, ansioso por no desperdiciar los pocos minutos que Íria tenía libres. Pero la mala fortuna me había enviado a mi abuela que había encontrado perfecto justamente este momento para traer las cazuelas con la comida. Llevaba un rato explicándole que ya no era un bebé y podría encargarme de colocarlas, ordenarlas o cualquier otra operación que quisiera encargarme, pero me encontraba con que hacía oído sordo.

—Ya veo que estáis bien —vociferó, moviéndose por la cocina como un barco demasiado cargado—. No soy ciega. Ahora sentados y comed un poco de tarta.

Suspiré y dejé caer los hombros, cumpliendo con la orden. Me senté a regañadientes, fulminado a Íria con la mirada. Desde que habíamos llegado no hacía más que morderse los labios para no estallar en carcajadas. Me alegraba que se divirtiera, aunque yo era su hazmerreír, pero ese gesto solo atraía mi atención a sus labios y me recordaba cada instante el verdadero propósito de su visita.

—¿Desde cuándo no te interesa la tarta, niño? —inquirió mi abuela, poniendo dos platos en la mesa y escrutándome como suponía que lo haría un agente federal si me hubiera pillado con una bomba en mi mochila.

De pronto la silla empezó a calentarse bajo mi trasero y me moví un poco, procurando encontrar una respuesta válida. Le eché un vistazo a Íria en busca de ayuda y entendí que estaba del lado de mi abuela y también quería conocer la respuesta.

—Tenemos trabajo —repliqué metiendo la cuchara llena en mi boca. Cuanto antes acabara la maldita tarda, más rápido se marcharía mi abuela. Ni me enteraba qué sabor era, notaba que era dulce. Sin embargo, no tan dulce como los labios de Íria, pensé, a punto de ahogarme. Había sido un error marear mi cabeza que no podía procesar dos comandos a la vez: meterme el bizcocho por la garganta e imaginar lo que me esperaba en pocos minutos—. Debemos estudiar para un examen —farfullé por lo bajo.

Mi abuela ejecutó un giro de bailarina, y yo me encontré que era su objeto de estudio. Alzó una ceja, alternando su mirada entre mí e Íria.

—Examen, ¿eh? —volvió a darse la vuelta para acabar de colocar los recipientes en el armario. Luego salió sin apresurarse, añadiendo de camino—: Estoy segura de que lo harás bien.

Y yo estaba seguro que ella tenía la certeza que el examen no entraba en mis preocupaciones ulteriores. Intentar engañar a mi abuela era un caso perdido, pero no me importaba. Lo que contaba era que tenía vía libre.

Íria rompió a reír, abandonando la cuchara en su plato con un tintineo.                             

—¿Desde cuándo no te apetece la tarta, niño? —increpó entre risitas, imitando la voz de mi abuela.

Me levanté con movimientos perezosos, contrarios a lo que quería hacer en realidad. Lo que básicamente era soltarla en mi hombro, desvanecernos usando mis súper poderes imaginarios y aparecer en el medio de mi cama. Vi de su mirada prendida a la mía que había adivinado mis intenciones. Al parecer el trozo de tarta se había atascado en su garganta, dado que no paraba de tragar. Apoyé mis manos en los lados de su asiento y me incliné hasta quedar a pocos centímetros de su rostro.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora