Capítulo X

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NARRADOR UNIVERSAL
-Señor, ha rechazado la dosis, lo hemos perdido.
-¿Hora de la muerte?
-9:30 .a.m.
-Hay que avisar al capitán- le decía uno de los médicos de la sala al sargento Rumlow.
-Yo me encargo, desháganse de el cuerpo- ordenó Rumlow y se marchó de aquel lugar.

Rumlow estaba cabreado, el arma AB en la que llevaban meses trabajando había fracasado, no sabia como se lo iba a decir a su capitán.

Rumlow dio dos golpes a la puerta y entró.
-Capitán- dijo en forma de saludo.
-Rumlow- también saludó el capitán.
-Señor tengo malas noticias.
-Te escucho.
-El arma AB ha fracasado, el niño que teníamos de prueba no ha podido soportar las dosis.
-Esto no puede estar pasando, sabes lo que he gastado en esas malditas dosis todo para que ese crío no las aguantase, ¡joder!- el director de levantó de su asiento y dio un fuerte golpe a la mesa, este golpe hizo retumbar la habitación.
-Señor...- Rumlow no pudo seguir hablando ya que el capitán le había interrumpido.
-Déjalo, márchate y cumple con tu trabajo, ya pensaré lo que haremos.
-Si mi señor- Rumlow regañadientes se marchó de la sala en busca de la única persona que le hacía disfrutar, en pocas palabras, él disfrutaba haciéndole sufrir a ella.

WANDA
Nadie aparecía por la puerta. Tenía hambre y sed, pero eso era lo de menos, lo que más me molestaba era un fuerte dolor en mi espalda, un dolor que subía desde la cintura hasta recorrer toda mi columna vertebral así continuamente, este dolor aveces me hacía soltar pequeños quejidos al intentar moverme pero no poder conseguirlo.

Mi desesperación comenzaba a ganar a mi impaciencia, me debatía en empezar a gritar y así conseguir por lo menos que alguien entre o quedarme sentada y engullirme mentalmente a mi sola, eso era algo inusual en mi pero en este lugar me estaba haciendo experimentar cosas como: la desesperación, el hambre, la impaciencia, el enfado, miedo, asco, mal estar, dolor...

Tanto tiempo me llevé pensando en esas cosas que llegó la hora tan esperada y la puerta se abrió dejando ver a Rumlow junto algunos soldados, ya todos metidos en la sala entró el de el brazo de metal, no se si fue ira o desagrado lo que se activó en mí pero buena cosa no fue.

La única luz que había era la que procedía de la entrada, ya cerrada la puerta las luces de la sala se encendieron dejándome casi ciega.

-Buenos días princesa- escuchar eso salir de la boca de Rumlow me dio arcadas, pero pude contenerme, -levántate- me ordenó, yo hice un débil movimiento y me quejé al instante, -veo que no aguantas ni sentada- se burló Rumlow, -¡levántate- me volvió a ordenar. Volví a intentarlo pero mis movimientos no daban resultados cada vez que lo intentaba esa punzada ya conocida recorría toda mi columna vertebral de arriba abajo. -Levantarla- ordenó Rumlow, lo soldados obedecieron y sin ningún cuidado me levantaron haciendo que gritara de dolor, -soldado tu te encargas- ya sabia para quien iban esas palabras.

Rumlow junto a sus soldados lame culos se marcharon de la sala dejándome otra vez sola con el soldado.

El me miraba, yo a él también, pero mi postura era algo incomoda, estaba apoyada en la pared con una pierna hacia delante algo inclinada, la otra pierna estaba situada de tal manera que hacía que mi espalda no doliese tanto.
-¿Vas a quedarte así todo el día o vas a empezar a pegarme?
-¿Tu vas a cerrar la boca alguna vez?- yo me sorprendí ante su pregunta.
-No me encuentro bien.
-Me da igual- dijo él secamente.
Otra vez el silencio incómodo inundó la sala.
-Ponte en el saco de boxeo- me ordenó.
-No puedo- le dije yo.
-Mira te pones o te pongo- su voz era brusca.
-Me la suda quien seas y me la suda lo que me vayan a hacer pero tengo un dolor insoportable en la espalda y no consigo moverme, ¿entiendes?- le encaré.
-Estas muy equivocada, al que le van a hacer cosas es a mi si no consigo que sepas disparar en esta semana.
-Te he dicho que me la suda tu vida, habértelo pensado antes de entrar por esa puerta- al escuchar eso el chico se acercó a mí fieramente y presión su cuerpo junto al mío haciendo que gritara de el dolor, había encontrado la postura perfecta para hacerme sufrir tanto que mis lágrimas comenzaron a derramarse por mis pómulos.
-Mira niña el daño que me pueden hacer a mi no es nada comparado con el que sientes ahora mismo en esa espalda.
-Suéltame- le ordené.
-Te soltaré cuando me prometas que me vas a hacer caso y vas a hacer todas las cosas que te ordene sin rechistar y ni abrir esa boca tan bonita que tienes- esas palabras me hicieron debatir si las decía de verdad ya que la distancia entre los dos era escasa.
-Vale, te lo prometo- ya por el dolor que sentía me rendí, el sonrío fríamente y me soltó dándome un último golpe contra la pared.
-Déjame ver que te pasa en la espalda- yo me di la vuelta dándole la espalda, el acercó sus manos, la de metal y la humana y subió un poco mi camiseta, tuve un escalofrío al sentir su brazo de metal deslizarse por mi espalda.
-Esto es muy grave, tienes toda la zona de la columna vertebral hasta la cintura rodeada por moratones.
-¿Y que tengo que hacer?- mi voz se suavizó.
-Mañana volveré a venir y te los curaré aunque sea con alguna crema o hielo, por hoy hemos terminado- bajo lentamente mi camiseta y se dirigió a la puerta no sin antes mirarme por última vez.

Algo intenso, no?

Decirme si os ha gustado y darle a la estrellita, hasta la próxima.

Gracias por leer :)

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