27. quiero gritarlo desde los tejados

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27. (¿por qué no puedo decir que estoy enamorado?) quiero gritarlo desde los tejados

Alec decidió que deberían darse un par de días para pensar, y Magnus estuvo de acuerdo con él. Debían aclarar sus sentimientos, sus ideas, y estando juntos no podían. Cuando terminó la hora de descanso, se despidieron con un largo beso que les arrancó sus respiraciones (y parte de sus corazones) y con un 'prometo enviarte un mensaje más tarde'.

Observó como Magnus se alejaba por el pasillo, su perfil iluminado por la luz natural que se colaba por las ventanas, iluminado sus facciones borrosas, sus labios caídos y sus ojos apagados. Era como, si con cada paso que se alejaba de Alec, perdiera un poco del brillo que le caracterizaba.

Sabiendo eso, Alec no hizo nada para detenerlo. Sabía que esto era lo mejor para los dos, para que las cosas mejoraran. Siempre estaban tan ahogados en el otro, que no tenían tiempo de meditar con la cabeza fría. Necesitaban aquello. Lo necesitaban para ser mejores para su relación.

Alec prosiguió su día con naturalidad, atendiendo en todas sus clases y concentrándose totalmente en el entrenamiento, ya que era el último antes de la final del sábado. Debía estar listo para sus chicos, para llevarlos a la victoria. No podía fallar pensando en sus problemas amorosos.

No era tonto, podía notar las miradas de lástima que sus amigos le enviaban a través de la mesa del almuerzo. Podía sentir su preocupación, palpar su inquietud. Como si notaran que por cada segundo que pasaba sin estar orbitando alrededor de Magnus, un poco de su luz se apagaba. Como si notaran cómo se arrepentía de haber sugerido un tiempo por separado.

Él quería gritar. Quería ponerse de pie y gritarle a Magnus, el cual estaba al otro lado de la mesa comiendo sin apartar la mirada de su plato mientras asentía a lo que decía Raphael, que no se merecían aquello y que le estaba destrozando.

Magnus le había avisado antes de que se lanzara a la piscina que estaba roto, completamente. Pero no le había avisado a Alec, que mientras más se enamoraba de sus ojos vivaces y su sonrisa plena, más se rompía su interior. Porque Alec sabía que mientras amara a Magnus, tendría que sacrificar su propia existencia.

Abandonó la mesa cinco minutos antes de que el timbre sonara, sus amigos quedándose en silencio mientras él traspasaba las puertas a grandes zancadas. No aguantaba ni un segundo más de aquella tortura. ¿Cómo podía pensar con claridad si tenía a Magnus en frente de sus narices?

Recogió su mochila de la clase y se dirigió hacia la salida del instituto, enviando un mensaje a sus padres avisándoles de que se iba a casa ya que se sentía mal (no fueran a pensar que se estaba escapando). Solo recibió un seco 'ok' de su madre. Guardó el teléfono con exasperación, y se colocó la capucha de la sudadera en la cabeza.

"¡Alec!" Una voz le detuvo antes de que pudiera salir.

Se giró, dispuesto a detener a cualquiera que quisiera hablar con él. Lo único que quería era huir, encerrarse en la seguridad de su habitación y enterrarse en el calor de sus sábanas. No tenía tiempo para cualquier alumno perdido que le deseara suerte para el final del partido o a uno de sus amigos preocupados siguiéndolo.

Alec frunció los labios cuando se dio cuenta que era Sebastian, quien se acercaba a él trotando, con las mejillas sonrojadas y un cuaderno en la mano.

"¡Espera!"

Apretó con su mano la barra de la puerta, y la cerró lentamente. Sebastian se detuvo en frente de él, y le extendió el cuaderno.

"Te olvidabas esto. Hoy estás en tu mundo, ¿eh?" Alec recibió el objeto, y lo guardó en su mochila. Agradeció con un asentimiento de su cabeza y labios rectos a Sebastian. "¿Te vas a casa?"

I think I'm in love again « malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora