Sólo mío [Próximamente editada]

3.2

-¿Estás seguro que no quieres que vaya contigo, Adrian? –insistía Henry mientras su estrella intentaba domar su pelo rebelde con un poco de gomina.

            -Completamente seguro –repuso Adrian-. ¿Por qué iba a querer que vinieras?

            -Caramba, no sé. Porque no sabes nada de esa chica, porque puede ser una chiflada, o una periodista, o una trampa de una fan.

            -Ella no sabe quién soy.

            -Eso no lo sabes –le recriminó Henry-. En serio, puedes conseguir a cualquier chica que te propongas, ¿por qué te metes en estos líos?

            -Es igual, tú nunca lo entenderías –repuso Adrian.

            -Haremos esto. Te acompaño, y si la chica parece una chica normal y corriente, me largo.

            Adrian puso los ojos en blanco. Henry no se iba a dar por vencido.

            -Pero te largas, ¿vale?

            -Que sí.

            Kailin se miró al espejo de cuerpo entero del cuarto de su mejor amiga, sin apenas reconocerse. Con el pelo castaño alisado y sin sus inseparables gafas de pasta, tan sólo con unas lentillas transparentes que no ocultaban sus increíbles ojos, un maquillaje suave y apenas perceptible, y un vestido gris de manga larga que dejaba a la vista sus hombros bronceados, nunca se había visto tan elegante. Y aunque temía por sus pies, se había dejado convencer por Sue para llevar sus zapatos preferidos: unas sandalias que ataban al tobillo de color rosa pálido.

            -¡Vaya! –exclamó Sue mientras su amiga daba una vuelta frente al espejo-. ¡Estás increíble!

            -No sé... -dijo dudosa Kailin peinando su pelo con los dedos-. Me veo rara.

            -Estás guapísima –repuso Sue dándole una palmada en el trasero-. Ese Clive va a caer rendido a tus pies. Por cierto, le he buscado en Facebook... -añadió con aire enigmático.

            -¡Sue! –la riñó Kaillin girándose hacia su amiga-. No quiero saber nada...  Ya te lo dije.

            -¿No quieres saber si está bueno? –la retó su amiga con una sonrisa pícara. Kailin dejó escapar un suspiro de frustración-. La verdad es que no hay nadie con ese nombre. O no tiene Facebook, lo cual es raro hoy en día... o te ha engañado.

            -Es igual –protestó Kailin sacudiendo la cabeza y cogiendo su abrigo del perchero de la entrada-. Vamos, que ya llego tarde –añadió mirando el reloj y comprobando horrorizada que ya llegaba cinco minutos tarde.

            Caminaron hasta el único restaurante italiano del pueblo, aunque estaba a las afueras. Kailin estaba hecha un manojo de nervios, y Sue no quería dejar sola a su amiga hasta no asegurarse de que no había peligro, y, de paso, cotillear un poco.

            En la puerta del restaurante había tal gentío que Kailin tuvo que esquivar a la gente para poder llegar hasta la entrada. Sue se paró en seco de pronto y dejó escapar un grito histérico.

            -¿Qué pasa? –protestó Kailin mientras su amiga tiraba de su brazo y señalaba a la gente. Siguió la dirección del dedo de su amiga y vio cómo Adrian Hale estaba rodeado de adolescentes como ellas. Le habían pillado. ¿A quién se le ocurría ir sin seguridad en un pueblo tan pequeño?

            -¡Dios mío! –exclamó Sue sin podérselo creer.

            -Anda, ve –la animó Kailin.