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-¡No puedes hacer eso, Clive! –exclamó Henry.

-Vaya, ahora soy Clive... -repuso con ironía-. Casi pensé que habías olvidado cuál era mi verdadero nombre.

-Yo ayudé a elegirlo, ¿recuerdas? –dijo-. Y cuidé de ti como de un hijo hasta el día que me dijiste que querías cantar. Yo prefería que llevaras una vida normal, pero tú te enfadaste y dijiste que lo harías con o sin mí. Ahora quieres dejarlo todo por una estúpida rabieta.

-No es una estúpida rabieta –exclamó él-. Estoy harto. Quiero llevar una vida normal, salir tranquilo a la calle sin que me acosen, encontrar a alguien que me quiera por quién soy y no por lo que tengo. ¿Es tanto pedir?

Henry suspiró.

-Ella no se aprovechó de ti –dijo-. No sabía quién eras en verdad el día de la cena.

-¿Qué? –exclamó Adrian.

-Hace tiempo me hiciste hacerte una promesa. Cuando te pillaron montándote una buena juerga con aquellas dos adolescentes y tuvimos que pagar mucho dinero para que las fotos no salieran en todas las portadas, ¿recuerdas? –Adrian asintió cansado. Casi había olvidado aquel vergonzoso episodio que casi le había costado la carrera-. Una de ellas llevaba una cámara y grabó todo lo que hicisteis los tres aquella noche.

-Déjalo ya...

-Te viste con el culo al aire, literalmente –explicó Henry-. Y me hiciste prometer que nunca te permitiría volver a meter la pata por un par de tetas –dibujó comillas en el aire para citar textualmente sus palabras.

-¿Qué has hecho? –dijo Adrian a punto de perder los nervios.

-Creyó que Clive Warren era yo –dijo Henry.

-¡¿Qué?! –exclamó.

-Y después no sé cómo lo averiguó, pero intentó hablar contigo a pesar que yo intentaba impedirlo –Adrian se sintió imbécil, impotente, estúpido y avergonzado, además de una furia desmesurada contra su manager-. Supongo que no se atrevió. Yo sólo quería...

Adrian se acercó a él con la furia escrita en el rostro. Por un momento, Henry creyó que iba a golpearle, y de hecho Adrian apretó su puño derecho con tanta fuerza que se clavó las uñas en la palma de la mano, pero se permitió contar hasta diez y le puso una mano sobre el hombro.

-Sé que siempre has cuidado de mí, Henry, y entiendo que pensaste que hacías lo correcto. Pero ya no quiero un manager –le confesó-. Quiero a mi tío, y quiero que respetes mi decisión. No voy a cantar otra de esas estúpidas canciones que escribe la discográfica –Henry fue a replicar, pero Adrian no le dejó-. Voy a cantar mis letras, y me importa una mierda no volver a sonar en la radio. Y Kaillin no es un par de tetas –añadió-, es la mejor persona que he conocido nunca, y la acabo de cagar y mucho.

-Pues entonces arréglalo –le animó Henry palmeando su hombro.

-Estará muy cabreada –dijo él pasando su mano por su pelo nervioso-, y con razón.

Alguien picó a la puerta en ese momento. Adrian miró sorprendido hacia la puerta cerrada, ¿sería ella? Sin esperar respuesta, alguien que le sonaba vagamente entró. Por un momento se quedó parada en la puerta, y Adrian reconoció a la hermana pequeña de Kaillin.

Emily se sonrojó sin poder evitarlo. ¡Dios! ¡Era Adrian y la estaba mirando! Henry desapareció sin falta que nadie se lo dijese, con un humor que Adrian hacía mucho tiempo que no le veía.

-Hola –saludó Adrian a Emily, que seguía incapaz de pronunciar palabra-. Adelante, puedes pasar –añadió con ironía por haber irrumpido en su habitación.

-Oye –exclamó Emily mirando al suelo, porque de otra forma era incapaz de soltárselo-. ¿Tú quién te crees que eres para hacer llorar a mi hermana y ni siquiera dejar que se explique?

-Estoy aquí –repuso Adrian divertido en parte, aunque sintiéndose como una auténtica basura por Kaillin.

Emily hizo un esfuerzo y le miró. 

-¡Deberías... Joder, eres mucho más guapo de cerca –dijo ella, pero sacudió la cabeza-. Mira, no sé qué te han contado, pero mi hermana no llora nunca, así que o lo arreglas o... ¡Deja de sonreír así o me pierdo! 

-A ver, espera –dijo Adrian dando un paso hacia ella, que notó como su corazón le martilleaba a mil por segundo mientras la cogía de la mano y la invitaba a sentarse a su lado en el sofá-. Primero tranquilízate, soy de carne y hueso, ¿ves? –añadió señalándose a sí mismo-. Puedes hablar conmigo –Emily se obligó a sí misma a hacerle caso-. ¿De verdad lo está pasando tan mal?

-No sabía quién eras, de verdad –le aseguró Emily mirándole por fin, pero retirando la mirada enseguida-. Y sabía que estabas furioso. No sé quién te habrá dicho lo contrario, pero si es quien creo que es deberías saber ya que hay fans y yo. Estamos las patéticas que no somos capaces de mirarte cuando te hablamos para no desmayarnos –dijo mirando un cojín del sillón-, y las patéticas que sueñan con que te quedes esperando a que aparezcas en su vida como en una película mala. Curiosamente, Kai es muchas cosas menos fan, así que si de alguien puedes esperar sinceridad y que te trate bien es ella.

Adrian no pudo más que reír. Aquella pequeñaja era de lo más curiosa, pero llevaba razón. Posiblemente la "amiga" de Kaillin era una celosa empedernida que no quería ver a su ídolo con nadie. Sin duda, patética de verdad, mientras que Emily era divertida y al menos se esforzaba en tratarle como a una persona normal.

-Y quiero que lo arregles –le espetó de nuevo con tono autoritario-. Porque hice una apuesta que sino quitaría todos mis posters de la habitación, y este sábado sale la nueva Teen Idols, y regalan dos posters tuyos a los que ya he hecho hueco. Además mañana es mi cumpleaños, y no quiero a Kaillin llorando cuando ponga tu disco, y si no lo pongo me quedaré sin invitadas.

Adrian sonrió sintiendo verdadera simpatía por ella. Aquella familia era de lo más peculiar.

-Las cosas no son tan sencillas, pequeña.

-Ni son tan complicadas, grandullón –le devolvió la broma.

Adrian no tenía ganas de discutir sobre ese tema con una adolescente y además fan, por más bien que le cayera, así que decidió cambiar de tema, sorprendiendo a Emily con una foto de promoción, exclusiva, que firmó delante de ella.

Kaillin llegó a la casa de Sue, que al verla le fue a cerrar la puerta, pero puso un pie en medio para evitarlo.

-¿Cómo se puede ser tan rastrera? –exclamó enfadada. Casi sentía ganas de darle un bofetón.

-Si has venido a insultarme a mi casa, ya te puedes largar –le espetó Sue.

-No, tú me vas a escuchar.  Como amiga eres una completa mierda.

-¿Y tú qué? –explotó Sue-. Sabes perfectamente que me encanta Adrian, y estoy segura de que has intentado liarte con él. ¿Qué clase de amiga eres tú?

Kaillin dejó escapar una risa irónica.

-Te encanta Adrian, te encanta Adrian –le hizo burla-. No le conoces de nada, y estás completamente loca. ¿Tanto te gustan sus canciones? ¿Eso te hace estar enamorada? Estás enamorada de un mito, a mí me gusta la persona. Y deberías entenderlo y madurar de una puta vez –exclamó a voz en grito-. ¿Y quieres saber la verdad? –le soltó furiosa. Quería hacerle daño. Puede que le diera un bofetón después de todo, aunque no fuera físico, se lo merecía-. No sólo me he intentado liar con él, sino que lo he hecho –sabía que era rebajarse a su nivel, pero estaba fuera de sí-. Nos hemos besado y si no llega a aparecer Emily, a lo mejor me lo hubiera tirado en el sofá y todo –estaba exagerando, pero había conseguido su objetivo. El gesto de Sue se contrajo-. Porque puede que sea famoso, pero también es persona, aunque tú no lo tengas como tal. Adelante, llama a las malditas revistas, vende la exclusiva y dile que he sido yo. Me importa una mierda. Seguro que te llevarías bien con Ashley.

Sin darle opción a responder, giró sobre sus talones y se marchó de nuevo a casa, con una extraña sensación de haberse quitado un gran peso de encima, aunque seguía dolida por la traición de su mejor amiga.

Sólo mío [Próximamente editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora