3 - La decisión

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Reí un poco al escuchar el comentario de Peter, pero al notar que su expresión no dejaba de demostrar seriedad empecé a creer que estaba diciendo la verdad. Tal vez eso significaban las alas que había visto en mis sueños, pero no pude lograr encontrar una forma de explicar la razón por la cuál no seguían conmigo.

—¿Ángeles? —Pregunté al terminar de reír.

—¿Por qué crees que no tenemos recuerdos? ¿Por qué crees que podemos volar? —Contestó, acostándose en el suelo.

—¿Espera, entonces nunca fuimos humanos? ¿Cómo puedes estar seguro de esto?

—Porque conocimos a alguien hace mucho tiempo que no perdió todas sus memorias. Él nos contó la razón por la que estábamos todos vagando sin un rumbo fijo. Al parecer éramos ángeles de todo tipo: serafines, querubines, principados, arcángeles, custodios; todos teníamos alguna misión.

—¿Y por qué no la tenemos ahora?

—Porque tuvimos algún error en nuestro trabajo y podría decirse que nos despidieron.

—Creo que es una medida muy drástica.

—Debieron ser errores bastante graves si tuvieron que dejarnos aquí sin alas, sin recuerdos y sin rumbo, es un destino más cruel que la propia muerte.

—¿Y cómo podremos volver a ser ángeles reales?

—Esa es la parte que aún no conocemos bien. Aunque no estamos muy preocupados por eso, estamos viviendo bien como estamos.

—Pues yo no lo hacía Peter, viví como un vagabundo desde que tengo memoria, literalmente.

—Todos nosotros lo hicimos, pero estamos ahora juntos para encontrar a más personas como nosotros, así como lo hicimos contigo. Así al menos podemos darles una vida más libre y digna.

—¿Entonces no harán nada al respecto? Tal vez tuvimos mejores vidas antes y puede que haya un modo de recuperarlas.

—¿Vidas mejores? No teníamos libertad, debíamos cuidar a los humanos y velar por su bien sobre el de nosotros. No tengo nada contra ellos, pero creo que han creado sus propios males y no pensamos encargarnos de ellos otra vez.

Peter tenía algo de razón, los humanos le tienen miedo a las cosas que ellos mismos han creado. Salen a la calle con nervios de ser atacados por un humano, siendo su victimario un ser con sentimientos, uno que probablemente tuvo una vida dura y tortuosa a causa de otros humanos. No creo que sea una misión correcta cuidarlos de aquellos errores que ellos no aprenden a corregirlos por su propia cuenta.

—Es... algo cierto —Titubeé.

Me levanté del suelo y llevé mi mochila a mi espalda, la cerré casi completamente para evitar que Quincy cayera de ella pero de un modo que le permitiera respirar, como siempre.

—¿A dónde vas ahora? —Preguntó Minerva, con una mano en su cintura.

—Necesito comer algo.

—Te acompañamos, debemos reabastecernos.

Me asomé en el borde de la azotea buscando algún lugar grande en el que pudiera entrar y salir con facilidad. Robar tiendas pequeñas me hacía sentir incómodo puesto que para granes almacenes y otros establecimientos grandes un pequeño robo no haría la mayor diferencia.

—Creo que iré a aquél —Comenté, señalando un gran supermercado a unas calles de distancia.

—Es casi imposible entrar sin que nos noten, lo hemos intentado —Contestó Watson en voz baja, quien se ha acercado hacia mí. No hay muchos puntos ciegos en el sistema de cámara.

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