II.- Un cascabel para saber en dónde estás

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  —Qué asco, una rata ciega...

—Oye, rata, danos el dinero de tu almuerzo si no quieres que te peguemos.

—Oh, pero... no puedo, le prometí a Dave que...-

—¡Lanza lejos ese palo!

—Oye raro ve por él y de paso cáete por las escaleras.

Me empujaron y caí al suelo, mi mano emitió un crujido cuando la moví y gemí en protesta, sus risas cesaron una vez que me despojaron del poco dinero que cargaba y me quedé en el suelo sentado, escuchando las risas de los demás a lo lejos. Lentamente me puse de pie y me recargué en la pared, con la cabeza gacha debido a que había perdido mi bastón, lo habían lanzado lejos y lo único que podía hacer era esperar.

Esperar...

—¡Alix! Con que aquí estabas —la voz de Dave se escuchó en el pasillo y alcé la cabeza en su dirección—, te dije que no te fueras solo... ¿qué diablos te pasó?

—Tropecé y caí —me reí.

—Alix... ¿te han vuelto a molestar? —preguntó serio, podía sentir su enojo y negué tomando sus manos.

—Todo está bien Dave, perdóname, ya no volveré a irme sin ti.

—Debí de salir contigo —susurró, impotente—, lo siento...

Volví a reírme y me sujeté fuerte de su brazo, él me estrechó entre sus brazos y me sentí protegido. Aceptado.

—Vamos a comer.

—No tengo hambre, oye... mi bastón se cayó por las escaleras, ¿quieres ir por él?

—Espera aquí.

Asentí y sus pasos poco a poco se perdieron, volví a bajar la cabeza y abrí mis ojos, nada, no podía ver nada, si tan sólo pudiese ver Dave no tendría que cuidarme... él podría tener más amigos, pero desde que había perdido la vista él jamás se separaba de mí. Estábamos en primero de secundaria y todo se había complicado con el tiempo. Mis compañeros de clase me molestaban e incluso en dos ocasiones me habían golpeado. Dave era el que impedía que yo fuera el blanco perfecto de las burlas y siempre cuidaba de mí, pero eso no era suficiente, pues a la más mínima oportunidad aquellos matones regresaban a molestarme. Ahora había perdido mi dinero y le había prometido a Dave que le compraría un chocolate, tal vez esa promesa tendría que esperar a mañana.

—Aquí está —Dave regresó y sujetó mi mano, en ella colocó el bastón y sonreí satisfecho, ahora me sentía todavía más seguro—, ¿no te hicieron nada verdad?

—Nop, estoy bien, ¡vamos a comer!

Esperaba escuchar algo por su parte, como que el almuerzo de hoy eran hamburguesas y eran deliciosas, pero Dave no dijo nada, me acerqué a él, palpando el aire hasta que lo sentí, tomé una vez más sus manos y él ocultó su rostro entre mi cuello.

—Dave... todo está bien, yo estoy bien, así que vamos a comer.

—¿Por qué no estás enojado? ¡Siempre te molestan y tú no haces nada!

Mi sonrisa poco a poco se esfumó, Dave sufría, pero no podía quedarme de brazos cruzados, tal vez aún si tuviese mi vista ellos me molestarían, como molestaban a demás chicos que estaban sanos, el ser ciego, sordo, gordo, flaco, alto o bajo, era la excusa perfecta para el Bullying, y yo era afortunado de que solamente me quitaran el dinero. Si eras diferente entonces la sociedad no te aceptaba debido a sus prejuicios.

—El recreo se va a terminar —apreté su brazo—, vamos Dave, no te enojes, ellos no me hicieron nada.

—Prometo que no me voy a separar de ti nunca, siempre te voy a cuidar.

Los ojos de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora