Besar una princesa

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Esa sería la última oportunidad del mercenario, quien, cansado de huir por el bosque, interiormente se rendía ante el rostro angelical de la dormida princesa. Con el anochecer llegaba el frío, y luego de tanto tiempo con el incordio de mujer no podía decir precisamente que estuviera tan disgustado. Era una llorona, una idiota, caprichosa, jodidamente fastidiosa y le sacaba de sus putas casillas cuando... Ejem. Pero a pesar de todo era amable, y estaba en su derecho de tratarlo a insultos, considerando que era quien la había secuestrado. El joven sintió su corazón latir fuertemente, no dejaba de jugar con la daga entre sus dedos, lanzándola al aire, ni de mirar su rostro. Era preciosa, como lo fue alguna vez la reina.

Pegó un salto cuando la princesa, entre sueños, se removió sobre el húmedo terreno. Lo siguiente fue inevitable. El mercenario, sintiendo como su corazón quería salirse, esta vez por el susto, temeroso de ser encontrado haciendo algo como mirarla fijamente cuando dormía, intento ahogar un grito al ser invadido por el dolor de su muslo siendo atravesado por la daga, fracasando miserablemente.

Se escucharon unas risas por el lugar.

Él miró enfadado a la joven princesa, cuando ésta luego de despertar por el grito y caer en cuenta de lo sucedido, bufó con diversión.

—Más que mercenario es digno de llamar payaso —Se burló, sacando otras risas.

—Pues podría decir que usted no se queda atrás, es un digno espectáculo. Si su padre el rey la viera, sufriría una serie de paros cardíacos sin duda —Compuso una sonrisa a penas, apretando su pierna. La sangre había comenzado a escurrir y recorrer por sus dedos hasta sus muñecas.

La princesa, cambiando su expresión, cruzó los brazos luego de apartar una hoja de su cabello a manotazos.

—No estaría así de impresentable si no fuera por su causa.

—Es mi trabajo, y tampoco planeaba cuidar de una mocosa insoportable —dijo entre dientes, gimiendo al quitarse la daga de la pierna de una sola vez.

Ella miró atónita aquella acción, poniéndose pálida un momento. Ni siquiera había dudado, estaba admirada, aunque eso hubiera sido provocado por su estúpido exceso de confianza. Tantas veces le había visto jugar con el cuchillo, era claro que algún día pasaría algo como eso. Suspiró, viendo como tiraba el arma ensangrentada a un lado. La herida comenzó a sangrar más y sólo le quedó presionar. Él volvió a verla ya cuando se encontraba a un lado suyo, y luego no pudo evitar sentirse manoseado cuando lo empezó a tocar por encima de la ropa.

—Q-¿Qué está haciendo? —Después de unos segundos, en los que no podía detenerla porque no era su idea perder mucha más sangre, ella extrajo su cantimplora como si tuviera aquel derecho.

—Voy a salvarlo de su estupidez, si me permite —Fue su respuesta una vez sus manos tuvieron una sensación rara, pero habían acabado limpias al final. Apartó sus manos de la herida y sin aviso volcó el contenido de la cantimplora sobre su muslo, logrando sacar otro gemido de sus labios.

Inmediatamente rasgó la base de su vestido, recibiendo una mirada curiosa como agotada del otro. Por supuesto era obvio que le vendaría la pierna, pero seguía preguntándose por qué le ayudaba. Cuando la princesa estaba por terminar de hacer el nudo decidió que lo haría.

—¿Por qué se toma las molestias?

—No soy idiota, sabe —Apretó el nudo lo suficiente para que le presionara la herida y no se le saliera—. Soy una indefensa princesa y usted mi secuestrador, pero no por eso deja de ser mucho más capaz y fuerte que yo. Así que no tenía planeado dejarlo aquí y escapar. Incluso si el ejército me encontrara, seguro que lo haría primero una bestia. Siendo así, me siento mucho más segura con usted. Es un mercenario, me conviene quedarme a su lado mientras tanto. Si no me dañó antes, no lo hará ahora —Dio una palmadita a su pierna, queriendo molestar—. Espero mis gracias, entonces.

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