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Creado para el concurso Halloween de la página de facebook Lo que Callamos los Fanfickers

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El frío aire comenzó a resecar su garganta haciendo que esta picara. Su cabello mojado y bastante mal arreglado se pegaba a su rostro mientras corría, incomodándola hasta cierto punto, junto con la canasta que se chocaba a cada segundo contra su muslo. Se sintió tentada a detenerse. Primero, por el dolor que empezaba a entorpecer sus piernas, más el frío y la humedad que de a poco se hacía insoportable. Segundo, porque el lugar al que se dirigía era conocido y no precisamente por medio de buenas historias para contarle a los niños como una distracción cuando no querían comer.

Era famoso por el tipo de historia que se usaría para asustar a los pequeños por su seguridad.

También para lograr que los niños no se alejaran del pueblo.

Pero ella era una joven de diecisiete años trabajadora, amable como su madre, pero nunca tan miedosa como para creerse esas tonterías. ¡Era obvio que los relatos habían sido creados para la protección de los más curiosos y pequeños!

De hecho, ella había creado una por petición de su madre, ya que su hermana menor, Michelle, era tan inteligente, curiosa y osada como ella misma —modestia a parte—, que nunca se había creído todo eso.

Y así fue como nació una de las otras leyendas urbanas, que profesaba que la mansión del que era conocido como el señor Fullbuster —el que por cierto era un vampiro entre todo eso— era un centro de juntas de brujas, duendes, hadas, monstruos y todo ser que pudiera ser capaz de crear miedo con sólo nombrarlo.

Era bastante ridículo, la verdad. Pero una vez comentado a Michelle, ésta había dejado sus andadas cerca de la montaña.

Ahora ella tenía muchas razones para andar por ahí. Y es que cerca de la... especie de colina... estaban las tierras con mayor calidad a la hora de plantar y cosechar alimentos. Ella trabajaba para el señor Igneel Dragneel, que por lo tanto, era su patrón, y se le había hecho tarde pues Natsu —el hijo— le había hecho acompañarlo, excusando que tenía un regalo para ella de parte de su familia.

Por supuesto, les habían regalado algunos de los alimentos que guardaban en el almacén, quedándole claro que el señor Igneel se había enterado de alguna forma del estado de su madre.

Sólo sabían que cada día la debilitaba más, y la regordeta señora que vivía al lado había propuesto una ridícula maldición por parte de una bruja. Realmente cuando Lucy escuchaba sus exageradas palabras no tenía ni idea de si lo más apropiado sería reír o llorar.

Una vez arriba se refugió bajo el marco de la puerta y el pequeño techo que sobresalía. La mansión daba un aire de misterio en el paisaje, sobre todo de noche, puesto que el oscuro azul de la fachada, daba la sensación de que que desaparecía y reaparecía a la vista si la mirabas de lejos, como una ilusión.

Miró la canasta unos segundos y luego apoyó la cabeza en la puerta. Al menos lo que más se habría mojado era el paño sobre la comida. Soltó un suspiro y dejó todo su peso sobre el pedazo de madera. Fue a cerrar los ojos, pero un estruendo la asustó haciendo que, por apegarse tanto a la puerta, esta cediera.

Frunció el ceño cuando sintió un dolor en la nuca y gimió mientras se volteaba con tal de que su cabeza no volviera a caer al suelo con esa parte. Una vez el dolor se convirtió sólo en una especie de hormigueo, se puso de pie y aún con la canasta en la mano, se agarró al marco de la puerta para ver hacia dentro.

Hacía mucho frío y todo estaba oscuro. Cuando volvió a apoyar su mano, esta vez ligeramente más a dentro, dio un salto al sentir un botón ceder. Las luces se encendieron deprimentemente y parpadearon, dejándola incrédula en su lugar. Sin embargo un trueno volvió a hacer sonar el cielo y al segundo después las luces se fueron.

Una vida juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora