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Otra vez soñé contigo y una vez más desperté triste por no poder tener lo que tanto he querido.

Estabas bajo mi ventana como ocurre en esas películas románticas y llevabas esa guitarra que pareciera ser tu mejor amiga.

Tus ojos color miel me miraban conectándose con mis simples y aburridos ojos cafés.

Escalabas un árbol y lograbas entrar a mi balcón. Debí haberme dado cuenta que era un sueño, ya que donde vivo no hay ni árboles ni balcones. Pero el sueño siguió y tu melodiosa voz comenzó a acariciarme los oídos. Hablabas de mi piel morena y de como mi altura era la indicada para que tu no parecieras Slenderman al abrazarme. Reí ante tu ocurrencia, en mis sueños siempre eres así, gracioso y sensual.

Me volviste a besar. Parecía que mi nula experiencia había sido reemplazada por un conocimiento muy amplio y terminamos durmiendo abrazados en mi gran cama.

Cuando desperté me di cuenta que todo era parte de uno de los tantos sueños, y que seguía durmiendo bajo la cama de mis otros dos hermanos, en una habitación tan pequeña que debíamos agradecer la existencia de una ventana, nada comparada con el balcón de mis sueños.

Atte. Fran

Sebastian TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora