Capítulo 2

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[UNA HISTORIA DE AMOR SACADA DE UN LIBRO]

Sus ojos no se habían apartado de ella desde que la había visto bajar del autobús, razón por la cual pudo recoger el carné en cuanto cayó de su mochila, no pudo evitar mirar el carné para descubrir su nombre.

Stephanie Hwang.

Era dulce y tan sublime decir su nombre, le encantaba pronunciarlo cada vez que la veía pasar a su lado o cuando se topaban frente a frente en alguno de los pasillos del colegio. Su leve sonrojo, la preciosa sonrisa que adornaba aquel bello rostro y la manía de poner mechones de cabello detrás de la oreja cada vez que estaba nerviosa, eran una de las muchas acciones que le encantaba ver cuando estaba con ella.

Sabía que tenía el poder de ponerla nerviosa. Por eso le encantaba aparecer de la nada, nombrarla de forma improvista para ver aquel bello rostro sonrojarse, le fascinaba las reacciones y gestos que hacia Stephanie sólo cuando estaba con ella. Era único. Solar una vez le había dicho que aquello era más que simple curiosidad por una persona.

—Te lo digo en serio, Jess, esa chica te gusta —ella detuvo el camino del sándwich a su boca ante el comentario—. Siempre la buscas cada vez que estamos en la cafetería, ¿por qué no tratas de sentarte con ella?

—Ella siempre está con sus amigas —murmuró bajando el sándwich—, además, tampoco es que me guste.

—Sabes que sé cuándo mientes —Solar la empujó divertida con su hombro—, y también sé cuándo te gusta alguien. Y créeme, es muy raro que te guste alguien. Sobre todo, si se trata de una chica porrista, es lo contrario a tu tipo, y también habló del género.

—¡Oye!

—Hola chicas —otra chica se unió a ellas junto a otros chicos—, las elecciones son en una semana, ¿están listas?

Y con aquello el tema murió entre Solar y ella, no volvieron a tocarlo hasta el día en que su amiga la encontró mirando totalmente embelesada la práctica de las porristas. Y fue cuando tuvo que confesar todo, sus sentimientos y preocupaciones respecto a lo que le estaba sucediendo.

—No creo que tus padres te digan algo —la consoló su amiga al verla en aquel estado—, no es como si fuera un delito lo que sientes. Te enamoraste de una mujer, eso no es malo.

—Mi padre es un SEAL del ejército de Estados Unidos y mi madre una abogada ejemplar, ¿qué dirán cuando se enteren que su hija es lesbiana? —llevó las manos a su rostro en desesperación—. Me echaran de casa.

—No creo que tu madre permita eso, recuerda que ella apoya el movimiento en el país.

—Una cosa es que lo apoye y otra muy distinta que lo acepte en su hija —descubrió su rostro y miró fijamente a su amiga—, debería callar, pero realmente me encanta Stephanie. No quiero verla con nadie más.

—Wow esto es fuerte —su amiga tapó su boca en sorpresa—, nadie te había gustado tanto al punto en el que fuera capaz de sacarte de tu mundo de estudio. Ni siquiera yo he podido persuadirte para que lo dejes.

—Stephanie me hace perder la razón —confesó con calma—, me encanta verla, me encanta estar con ella y disfruto de nuestras pequeñas conversaciones. Es más inteligente de lo que muchos piensan, es una chica interesante y hermosa, sé que muchos más están locos por ella, pero... —hizo una pequeña pausa para controlar el remolino de emociones que provocaba el tan sólo pensar en ella— pero yo estoy profundamente enamorada de ella. Su inocencia, su carisma y su timidez me han hecho caer a sus pies.

—Creo que debí grabar todo lo que has dicho —Solar se limpió una lágrima falsa de su rostro—, lo que has dicho ha sido hermoso, Jess, ¡esa chica realmente te gusta!

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