9: La oveja negra

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Bastián se acercó al cadáver de su hermano y tomó su brazo para ver si tenía pulso.

- Está muerto, tómenlo y llévenlo dentro de la casa, para que los prisioneros puedan verlo – ordenó él.
- ¿Para qué, ese no era el plan? – respondió uno de los guardias.
- Tú sabes que cuento con toda la confianza de Tatiana, así que muévete – volvió a ordenar él, esta vez molesto.
- Está bien – respondió.
- Y tú – dijo, mirando al otro guardia – Trae a la perra de Leticia dentro también, quiero hablar con todos, muertos o vivos.

Los guardias obedecieron las órdenes. El primero llevó a duras penas el cuerpo tieso de Matías, arrastrando la cabeza por la tierra y mirando con asco el rastro de sangre que iba dejando. El segundo tomó en brazos a la inconsciente Leticia, la amarró de brazos y la cargó dentro.

Patio de la casa – 21:30 horas.

Al ver que venían los guardias entrando, El desollador se puso tras la familia y ordenó que dieran la vuelta. Mario lloraba desconsolado junto al resto de los prisioneros, Sofía, que aún estaba algo confusa con el golpe que le habían dado, miró con pavor cuando traían a Leticia amarrada.

- ¡Leticia! – exclamó confundida ella - ¡Quién te hizo esto!

La muchacha inconsciente no respondió.

- ¡Y mi hijo, donde está mi hijo! – gritó Mario desesperado – ¡Es mentira que lo mataron, lo sé!
- Y ahora... el cadáver demacrado de tu hijo – presentó el Desollador.


El guardia entró con el cuerpo inerte de Matías y lo puso delante de su padre, el cual miró con los ojos completamente rojos el rostro de sufrimiento de su hijo favorito.

- ¡Matías! ¡No! – exclamó, tomando el cuerpo y abrazándolo entre lágrimas – Mi hijo, no puede ser.
- ¡Enfermos de mierda! – gritó Sofía - ¡Enfermos como hacen esto!

- Con una pistola – respondió una voz, conocida para todos, que venía desde el exterior.


Sofía quedó helada, Ana Luisa por su parte al oír la voz se largó a llorar completamente desconsolada.

- ¡No puede ser! – gritó la nana de la familia - ¡No puedes ser tú!
- Hola Nani – saludó Bastián, entrando a la casa con una pistola en la mano – Veo que ya vieron cómo murió el imbécil de mi hermano.


Mario soltó el cuerpo de su hijo y miró completamente desconcertado la escena, su propio hijo daba muerte a su familia. Sofía y Ana Luisa se abrazaron, sin lograr aun procesar lo que ocurría.


- ¡Hey!, si yo soy la oveja negra de la familia ¿Por qué les parece tan extraño? – preguntó él, completamente calmado.

Mario miró con asco lo que ocurría al frente, su hijo, su propia sangre era el autor de todo esto.

- ¡Eres una mierda de persona! – gritó él - ¡Tú no eres hijo mío! ¡Un hijo no hace esto a su familia! ¡Enfermo de mierda!

- Uy, veo que sacó la voz el papá del siglo – ironizó él– Llevamos horas encerrados en esta casa y jamás se pronunció, y ahora lo hace, veo que hemos evolucionado... Te felicito.
- No seas irónico Bastián – reclamó Sofía – La verdad que no entiendo y no me cabe en la cabeza que seas tú el que hace esto.

- Te va a tener que entrar pues, Sofi – contestó él – Soy yo, y soy inmensamente feliz al ver esas caras de sufrimiento, esos rostros que reflejan un dolor inmenso, al fin llegó mi dulce venganza montón de mierdas.

Ana Luisa se cubrió los ojos y comenzó a llorar, Bastián siempre fue su favorito, al que más quiso y al que más defendió durante años.


- ¡Tú mataste a mi hijo! – gritó desgarradoramente Ana Luisa - Mi niñito mató a mi Felipito.
- Tiene razón la nana, al menos hubieras tenido compasión con ella – recriminó Sofía, quien comenzaba a tener fuerzas y a luchar nuevamente – Tú no eres Bastián, tú no eres mi hermano, aquel con el que compartí los entretenidos juegos de niño, aquel que protegí con mi vida cuando casi te atropellan, aquel con el que dormía abrazada cuando el peque tenía miedo, aquel que...

- ¡Cállate! – gritó él, golpeando con su brazo un florero de vidrio que estaba encima de una pequeña mesa de madera, el cual se quebró en muchos pequeños pedazos que quedaron esparcidos por todo el living – No me vengas con tus chantajes baratos por favor ¿Acaso crees que me vas a conmover con eso? ¿Ah?

Sofía, apenada, optó por no responder. Bastián dio órdenes a los guardias en secreto, ellos acataron. Se acercaron al cuerpo inerte de Matías, lo tomaron y lo sacaron para el patio. En ese momento Leticia despertó, la cual yacía inconsciente en un rincón de la casa. Miró con atención y se dio cuenta que tenía atadas las manos, maldijo eso, y continuó recostada, fingiendo inconsciencia.

- Enfermo de mierda – recriminó Mario – Eres un maldito enfermo de mierda, ¡Cómo no me di cuenta antes que la mayor porquería de hijo que he tenido, era un enfermo!

Bastián no respondió.

- ¡Habla porquería! – gritó el desesperado padre - ¡Ahora eres tú el que no habla!
- Hablo – respondió serio Bastián – En este momento acabas de dar razón, eres una mierda de padre, y por lo visto tuve a quien salir.

- ¡Pero Basti! – agregó Sofía, aprovechando que su hermano lucía algo afectado - ¡Yo te quiero, te quiero mucho! Tú sabes que siempre he estado contigo para todo, y te entiendo perfectamente.

- Ni tu ni nadie va a poder entender lo que han sido estos malditos dieciocho años de vida – contestó él, firme – Pero qué más da, estamos acá, y estoy al fin disfrutando de las cosas buenas.

- ¿Qué cosas buenas mi niño? ¡Yo jamás te enseñé esto! – dijo Ana Luisa, angustiada.
- La venganza – contestó él.
- ¿Y cómo llegaste a tener contacto con la perra de Tatiana? – preguntó Mario - ¡¿Cómo?!
- Siguiéndote a ti – contestó él – Viendo los pasos de mi querido padre mientras humillaba una y otra vez a mi madre y se revolcaba noche tras noche con Tatiana.

- ¡Contesta mierda! – gritó Mario - ¡Eso no me dice nada!
- Contactos que van y contactos que vienen... Todo a su debido tiempo – respondió él.
- ¿Y Francisco? - preguntó Sofía.
- Escapó, pero no por mucho, ten por seguro que no va a llegar muy lejos - contestó Bastián.

En el rincón, Leticia intentaba moverse lentamente, sin llamar la atención del resto, su objetivo: un tenedor que estaba tirado al lado de una de las sillas del lugar. Intentó sacarse las amarras con todas sus fuerzas, pero era imposible, así que con los pies había logrado mover unos cuantos centímetros el elemento, pero no lo suficiente para alcanzarlo.

- ¡Sabes qué? – dijo Sofía – No te temo.
-¿No me qué? – preguntó extrañado Bastián, apuntando a Sofía en la cabeza.
- No te temo – reiteró ella.
- Pues vas a tener que hacerlo – dijo él.
- No te temo – volvió a reiterar ella.
- No te pongas así Sofía, tengo experiencia en esto – dijo él – Y ya te he dañado mucho.
- No te temo – siguió ella firme.
- ¿Acaso quieres que te recuerde a tu Teresita? ¿O cómo le abrieron el estómago a mamá? – respondió Bastián.

- Tú no hiciste nada de eso – contestó ella – Te conozco.

- Tú no me conoces, eso te lo puedo asegurar.
- Él le dio el tiro a tu hermano – dijo Leticia, desde el rincón, reincorporándose, mientras guardaba en su pantalón el tenedor, haciendo fuerza con sus dos manos atadas.
- ¡Veo que despertó mi querida noviecita! – ironizó Bastián.
- Nada de noviecita, te aseguro que esto no se va a quedar así – respondió Leti.
- ¿Acaso me vas a pegar con tu cartera? Estoy temblando – dijo Bastián, burlándose.
- ¡Tú fuiste el que disparó! – interrumpió Sofía.
- ¡Ya te dijeron que sí! – contestó Bastián – Me da igual matarte a ti, matar a la ramera de la esquina, matar a la mierda de padre que tengo, y matar a mi Nana.

Ésta última se sorprendió al oír esto.

- Ustedes son los únicos culpables de esto – continuó el resentido joven – Ustedes van a pagar con su sangre cada una de las penurias, cada una de las humillaciones, cada uno de los malos tratos que me hicieron... ¡Van a sufrir lo que yo en dieciocho años, en tan solo unos minutos!
- ¡No eres capaz de esto Bastián, entiéndelo por favor! – exclamó Sofía – No vamos a solucionar nada con esto.
- ¿Me quieres temer? – preguntó Bastián, tomando su pistola.
- ¿Qué vas a hacer mierda? – dijo Mario.
- Esto – respondió.

Bastián tomó la pistola y la apuntó directamente a la cabeza de Ana Luisa, apretó el gatillo y la bala cruzó completamente la cabeza de la confundida mujer. Sofía, que estaba al lado de su nana, miró aterrorizada la escena, mientras que Mario se sostenía la cabeza con las manos.

- Ahora nos largamos de acá – concluyó Bastián, guardando la pistola - Ella no era necesaria. Tomen a todos y llévenlos al furgón, es hora de partir a la Carnicería, la verdadera carnicería.

(Terror) Vacaciones PagadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora