6: La última esperanza (parte I)

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Ana Luisa estaba en completo colapso. Lloraba y lloraba, aunque Sofía y Matías la consolaban, la mujer no se detenía.


- ¡Mi Felipito, no pueden hacerle esto, no pueden! – balbuceaba la desesperada mujer, abrazada a Matías.
- Nana, hay que ser fuertes ¿Ya? – dijo Sofía.
- ¡Cómo me pides ser fuerte si van a matar a mi hijo, mi razón de vivir! – gritó Ana Luisa, descontrolada.
- Nana – dijo Bastián, acercándose y abrazando a la que era casi su madre – Por favor. Se lo pido con todo lo que la quiero, por favor nanita, no nos deje ahora. Usted es la que nos da fuerzas... ¡Es horrible lo que le pasó a su hijo, eso es cierto! Pero necesitamos de usted. En una de esas salimos de acá y Felipito aún está con vida.

- No me pidas tanto hijo, no puedo – dijo entre lágrimas Ana Luisa.

- Anita, por favor, calma – exclamó Mario, acercándose al lugar.

- ¡No me pida calma usted caballero! ¡Por su culpa ahora van a matar a mi hijo! – reclamó la nana - ¡No venga ahora con sus estupideces señor! Debería preocuparse de saldar sus deudas y arreglar toda esta masacre.
- ¡No me levante la voz, yo soy su jefe! – ordenó Mario.

- Papá, eres lo peor que existe... lejos lo peor – se lamentaba Bastián – Ahora entiendo por qué estamos acá. Víctimas de tu imbecilidad, y tú pagando por todo lo mal que has hecho en la vida. ¿No te avergüenza haberle gritado así a mi nana? ¿Aún no te das cuenta que estamos al borde de ser "faenados" por un grupo de psicópatas?
El hombre no respondió.
- ¡Eres bien descarado papá! –se quejó Sofía – Llevamos horas en este calvario y tu aún no eres capaz de asumir las culpas. ¡Y para variar el lindo viene a imponer órdenes como si aún fuera el jefe de algo! Antes de querer ordenar otra gente, mira tu patética vida. No te metas con mi nana ¿Escuchaste?

- No tengo nada que asumir – dijo Mario, levantando el rostro con orgullo.
- ¿Te enumero lo que tienes que asumir? ¿O te escribo una lista? – recriminó Matías.
- Uno: Llevas años engañando a la mamá con un montón de putas baratas que te revuelcas por ahí – comenzó a listar Bastián – Dos: ¿Recuerdas la vez que me pegaste con una correa y me la dejaste marcada? ¡Cómo gritaba esa vez, tú seguías y seguías! Y no fue una, fueron varias veces. Tres: No sólo me pegabas a mí o a mis hermanos... ¡Le pegabas a mamá! ¿No te da vergüenza ser un maricón?

- ¿De qué estás hablando Bastián? – preguntó incrédula Sofía.

- Lo que oyes hermanita. Mi habitación quedaba al lado de la matrimonial, había noches donde no podía dormir de la impotencia de ver y escuchar como este animal golpeaba a mamá – siguió sacando en cara Bastián.
- ¡Mentiroso, eres un mentiroso! – se defendía Mario – No tengo nada, me escucharon ... ¡Nada de qué arrepentirme!
- Señor Mario. ¡Es la persona más cobarde que he conocido en mi vida! – replicó Ana Luisa, levantándose del suelo y pegándole una cachetada al humillado hombre - ¡Su conciencia le pesará algún día, eso lo sé! Sólo pido que alguna vez Dios sea capaz de perdonarlo, porque al menos yo no puedo. Ahora... no mire hacia el suelo, míreme a los ojos. ¡Usted me quitó a mi hijo!

- ¡Empleaducha estúpida, fueron ellos! – dijo Mario enojado, retirándose del lugar y subiendo al segundo piso - ¡Ellos tienen la culpa, no yo!
- Su padre es un orgulloso – dijo Leticia.
- ¿Escuché algo? – ironizó Bastián.
- Será orgulloso, pero sé que su conciencia debe pesarle, y mucho – dijo Sofía, abrazando a su nana.
- Hermanita... ¿Tu gato? – preguntó Bastián.
- Está arriba parece, ¿Por qué? –
- Es hora de empezar a preparar el plan – dijo el joven.


Leticia y Francisco se miraron y disimuladamente dejaron el living y se fueron para la cocina.


- Bastián no quiere nada conmigo, pero contigo sí – dijo Leti.

(Terror) Vacaciones PagadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora