10: El último juego

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Los hombres de Bastián y el Desollador comenzaron a bajar algunas cosas desde el segundo piso, entre ellas, dos bolsas grandes cubiertas de sangre y una nevera.
- Ahí va tu Teresa y tu mami – dijo Bastián – Están muertas, y bien trozadas.

Patio de la casa – 23:00 horas.

Los dos guardias y El desollador tenían a punta de pistola amenazados a Leticia, Sofía y Mario, mientras que Bastián y otro vigilante cargaban las últimas cosas a la camioneta.


- Creo que estamos listos – dijo Bastián, encendiendo un cigarro.

- ¿Dónde nos vas a llevar? – preguntó una demacrada Sofía.
- Ya verán, vamos a pasar un muy buen rato – Interrumpió el Desollador – Van a sufrir y llorar como nunca pensaron hacerlo.

- Aún queda uno de nosotros libre – acotó Leticia - ¡No se saldrán con la suya!
- Cállate puta – reaccionó Bastián, lanzándole una piedra a Leticia.

- No me callaré, te cagué Bastián – continuó ella, poniéndose de pie – Te cagué tu maldito plan.
- No estés tan segura – respondió el hijo menor de los Torrealba, acercándose a Leticia.
- ¿Qué vas a hacer? –
- ¡Perra! – gritó Bastián, empujándola fuertemente contra el suelo. Luego el desquiciado joven tomó el cigarro con que fumaba y lo puso sin piedad sobre el rostro de su ex novia. Ésta soportaba con gran coraje el dolor que le provocaba.

- ¡Imbécil detente! – ordenaba Sofía - ¡Bastián eres un demente!
- Gózalo perra, gózalo – murmuraba el desquiciado joven, marcando el rostro de Leti con varias quemaduras.
- ¡Sigue, sigue! – gritaba ella - ¡Nunca te podrás sacar el rostro de humillación! ¡Te cagué!

El desollador tomó el brazo de Bastián, y lo obligó a tirar la colilla al suelo.

- Esto no está en los planes, no te subleves – ordenó éste – Tú estás bajo órdenes.

Bastián agachó el rostro y volvió a su posición.

- Ahora nos largamos – mandó El Desollador - ¡Muévanse!
- Y por tu amiguito Francisco – agregó Bastián – Todos los caminos llevan a Abaste.
- ¡Maricones! – gritó Leticia.

Subieron todos a la camioneta, y la hicieron partir. El desollador iba conduciendo, mientras que los tres guardias y Bastián cuidaban de los tres prisioneros en la parte trasera. El vehículo se perdió entre la oscuridad del camino.

Francisco al ver que ellos se largaban, bajó del árbol y comenzó a caminar lentamente entre los matorrales. La oscuridad no le permitía ver bien, pero no se observaba nada extraño. El muchacho siguió caminando sigilosamente hasta llegar a la puerta de la casa, intentó forzarla pero era imposible, estaba completamente cerrada.

- ¡Maldición! – exclamó.

Siguió caminando por alrededor de ella, y recordó el vidrio quebrado para que escapara Bocado. Se acercó a ese lugar, miró hacia el interior y vio una sombra que bajaba por la escalera con una escopeta. Francisco se lanzó hacia los árboles que quedaban al lado para refugiarse y comenzó a correr hacia la salida.

- Creo que tendré que caminar – se lamentó, jadeando.
Siguió observando a su alrededor, y no salió nadie del interior de la casa vacacional. Se tocó los bolsillos de los pantalones, y se vio vacío, sin nada con que defenderse. Pensó en volver a la casa nuevamente, pero finalmente salió corriendo hacia el camino que une Abaste con la casa. Bajó a los árboles que rodeaban este sendero, y se fue bordeando el camino, en dirección contraria al temido pueblo abandonado.


Francisco estaba completamente agobiado por la sed, frío, cansancio y sueño, cuando al cabo de un par de horas llegó a la salida de una bifurcación. Todo estaba demasiado oscuro, pero el lugar se le hacía familia. Agotado, se posó al lado de un gran árbol y se tiró para descansar un momento, pero una gran llama distrajo su atención.
La casa, la vieja casa vacacional en la que habían sido torturados y capturados ardía en llamas en un lejano rincón del bosque, Francisco miraba impresionado la escena, cuando se percató que había alguien tras él.

- Detente ahí - dijo una voz.
- Ni lo sueñes - contestó Francisco, comenzando a correr.

La extraña silueta persiguió al joven durante varios metros, la cual dejaba entrever sólo una cosa: una filosa cuchilla.
Francisco corrió a ritmo constante por todo el solitario camino, pero bruscamente cambió de ruta, se internó en lo más profundo del bosque.

Siguió la carrera durante varios minutos en línea recta, ya nada importaba, sólo huir. El hombre que lo perseguía tampoco daba su brazo a torcer, corría y corría tras él, sin lograr capturarle, pero tampoco perderle la vista.
En el fondo del lugar comenzó a vislumbrar una pequeña luz, que se hacía cada vez más intensa a medida que avanzaba.

- ¡Auxilio! - gritaba Franco, acercándose con más y más intensidad a lo que él consideraba su salvación - ¡Ayuda!

El hombre que le perseguía se detuvo sorpresivamente, pero Francisco no le tomó importancia, corrió y corrió hasta chocar bruscamente con una reja metálica, delante de ella, una extraña y destrozada casucha era iluminada por un gran foco desde lo alto de una torre, donde se vislumbraba una silueta.

- ¡Por favor ayuda! - pedía desesperado Francisco, moviéndose a lo largo de la reja, buscando algún lugar por donde entrar.
- ¿Estás seguro que quieres mi ayuda? - preguntó una voz familiar que provenía de una puerta que se abría.
- ¿Bastián? - preguntó Francisco, intentando mirar a través de las luces.

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⏰ Última actualización: Jan 09, 2017 ⏰

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(Terror) Vacaciones PagadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora