1. Cambio

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"Los recuerdos, el cambio, el temor al olvido. Hay días que no me dejan dormir." —Zifalon.

Narra Dylan, 2 días antes de conocerse.

Me levanto para dirigirme al baño mientras me rasco la nalga izquierda. Tomo una ducha calmado, el día promete ser perfecto. Me seco un poco y vuelvo a mi cuarto. Me siento en la cama para terminar de secarme, miro por la ventana y veo que hay un sol muy potente, el cielo impone un azul que me toma unos minutos dejar de mirar. Tomo mi móvil para ver la hora y en el momento en que la veo mi cara se desfigura, sólo es espanto. Me visto con lo primero que encuentro y bajo las escaleras.

—¿Papá? —puedo escuchar mi eco para confirmar que no está aquí.

Veo la hora nuevamente, treinta minutos para que llegue la mudanza. Maldita alarma, maldito modo silencioso, maldita irresponsabilidad.

— ¡Papáaaaaaaa! ¿Podrías despertar ya? —intento sonar de la manera más desesperada posible, en menos de treinta minutos el camión de la mudanza vendrá por las cosas faltantes, cosas que aún no están en sus cajas, diablos.

— Maldito demonio muévelo, mueve ese trasero de la cama, ni creas que ordenaré todo yo solo, ¡Papáaaaa!

Siento un estruendo del segundo piso, lo que me confirma que el mono, mi padre, ya se levantó, y de esa manera apresurar las quince cajas que faltan por ordenar y sellar.

Tomo una caja vacía que está bajo las escaleras y voy a empacar las cosas del garaje. Me es inevitable pensar en cómo será mi vida en ese pueblo lejos de Los Ángeles, me da algo de miedo ya que nunca he sido muy sociable por esa timidez que se me presenta cada vez que conozco a alguien nuevo en mi vida. Tengo dieciséis años y aún sigo siendo un crío, o al menos de esa manera me gusta llamarme ya que mis acciones de una u otra manera me lo confirman.

— ¿Quién te crees que eres para despertar al rey de su sueño? —dice mi padre desde la puerta del garaje para luego ir a recostarse sobre el sofá.

— Olvidaste que día es hoy, ¿verdad? —suspiro—. No sé porque no me sorprende.

— ¿Y entonces?... —comenta muy adormilado, se nota que olvido que hoy vienen por el resto de cajas.

— Sábado —digo sarcástico. Le dejo caer la caja con las cosas del garaje frente a él.

—... ¡SÁBADO! —veo como se levanta a toda velocidad, toma la caja y desaparece de mi vista. ¿Dónde la lleva si ya está sellada? Será idiota.

Ese es mi padre, un ser despreocupado, olvidadizo y, sobre todo, un desastre de adulto. En cierto modo eso me resulta favorable, pero a veces no tanto.

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— Y esa es la última —dice muy cansado el hombre que subió las cajas al camión.

— Nosotros iremos a otro lado primero, deje las cajas en el jardín de la casa —oigo decir a papá desde el auto. Está hecho, aquí comienza el adiós a Los Ángeles, cuna de mi infancia.

—Sube ya mono peludo, el calor me está matando —gruño para que Osvaldo, mi padre, se apresure.

Mientras papá conduce en dirección al cementerio Evergreen me pregunto si él será capaz de quitarse la costumbre de visitar todas las semanas la tumba de mamá, quién murió cuando yo apenas tenía dos años. Desde entonces él ha tenido que ser padre y madre, y a medida que crecí, mi mejor amigo.

Mi padre es uno entre pocos, sabio y a la vez dudarás infinitamente que es una persona cuerda. Él es mexicano y mi madre era estadounidense, una mujer muy hermosa según me contó mi padre y lo puedo confirmar con las pocas fotos que hay de ella.

Barreras [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora