8. Por ti

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"Una persona puede significar mucho, incluso una razón para luchar."—Zifalon.

Narra Zach

—Dylan, no... —Bloqueo la puerta con mi mano—. Después de lo de anoche, no tengo cara para ver a tu padre.

—¿Qué pasó anoche? —su tono es de burla total.

No puedo responder bien a esa pregunta. Sólo recuerdo que después de escapar, Dylan me siguió. Logró que regresará a la fiesta; tras lo cual bebí como si no hubiera definición de limite.

—Sólo puedo decir que la resaca me está matando —digo, al tiempo que dejo caer mi cabeza sobre el su hombro.

Le tomo por la cintura y busco sus labios. Llámenle impulso o lo que sea, él corresponde: puedo sentir como su lengua hace maravillas en mi boca, quiero que esto nunca termine. La respiración de Dylan se oye agitada. No demoro mucho en empujarlo contra la cama. La adrenalina y la excitación, sensaciones que jamás había experimentado, ahora están dominando mi cuerpo.

Antes de reaccionar, Dylan ya se encuentra debajo de mí. Con algo de fuerza me toma de la cabeza y junta nuestros labios, en lo que es un salvaje y apasionado beso.

Suena la puerta.

—¿Se puede? —¡Mierda! ¡Mierda! Y más mierda.

—¡Un momento papá! —dice Dylan, agitado. Se levanta y recoge su playera del suelo, ¿En qué momento se la quitó?

Como ni de broma soy capaz ver al padre del chico con el que casi pierdo lo virgen, o eso quiero pensar, me escondo en el baño del dormitorio. Siento la puerta de la habitación abrirse y al instante cierro la del baño.

—¿Interrumpo? —El hombre, cuyo nombre no conozco, se comienza a reír de forma pícara.

—¡¿Tú qué crees, papá?!

—Lo siento, lo siento. —Apuesto mi vida a que el padre de Dylan se está meando de la risa.

—Ten, aquí está su desayuno. —¡Qué se vaya! —. Y al chico del baño: no muerdo, grr...

Zach no te desesperes, inhala... exhala... Eso no fue coqueteo... Inhala...

—¡Fuera! —grita Dylan.

—Ya voy, ya voy. —La puerta se cierra.

Al sentir que el peligroso ya no me asecha, salgo del baño. Lo primero que veo al salir, es a un guapo muchacho sentado en la cama, mientras come lo que parece ser una tostada. El muy maldito se volvió a quitar la playera.

—¿No te piensas poner pantalón? —dice Dylan mirando mi entrepierna.

Dos cosas: ¿Por qué me está mirando con cara de violador? Y, ¡¿Dónde demonios están mis pantalones? Ni siquiera noté su ausencia.

Dylan sigue mirando dónde no debe... o quizás sí. En cualquier caso, esto me está dando una pizca de vergüenza. El pequeño Zach tampoco se resiste demasiado a la mirada de Dylan.

—¡No me mires así! —le digo.

—¿Así cómo?

—Tan caliente —susurro.

Dylan blanquea lo ojos y me hace un gesto con la mano, diciéndome: ven y siéntate a mi lado. Lo cual hago.

Ambos comimos ese sencillo, pero delicioso desayuno, que hizo el padre del chico que en estos momentos me acaricia el cabello.

—¿Qué pasó anoche? —pregunto, dudoso.

—Muchas cosas... Primero, luego de traerte de vuelta a la fiesta, empezaste a besarme como loco en frente de mi padre —Dylan sonríe—. Esa fue la mejor parte. Más tarde tomaste dos botellas de vino, y me forzaste a que te llevará a mi habitación. Cerca de las 2 a.m. te dormiste llorando en mis brazos, como un alcohólico cualquiera.

Barreras [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora