4. ¿Amigos?

319 35 16
                                    

"El miedo me impide ofrecerte algo más; te quiero, y ni tú ni yo lo sabemos aún." —Zifalon.

Narra Zach

—¿No puedes esperar hasta mañana? —le digo, logrando que se levante—. Hasta donde recuerdo está mañana no quisiste hablar conmigo.

—Yo sólo... —baja la cabeza—. No quería tocar ese tema, no es fácil contarte lo que me pasa, te conozco hace menos de dos días, ¿Lo recuerdas?

No respondo, eso es verdad... Dejé pasar ese importante detalle. Él no me tiene la confianza necesaria. Siempre dejo lo más importante de lado, siempre creo que el mundo me odia.

—Si no quieres hablarme, sólo dímelo —me dice al tiempo que se acerca, quedando frente a mí.

—¡No es eso! —replico—. No lo sé, no estoy pensando bien. —La santa verdad. Ahora que él está aquí, dispuesto a hablar conmigo, no tengo que decir. ¡ESTÚPIDO ZACH!

—Entonces sólo escúchame —continúa.

—Que sea rápido. —No puedo arriesgarme a que algún vecino me vea y les cuente a mis padres—. Hay unos juegos cerca de aquí, ¿Te parece ir?

—¡Perfecto! —responde juntando sus palmas al tiempo que me enseña una gran sonrisa.

El lugar no está para nada lejos, es cuestión de caminar unos cinco minutos. Al llegar Dylan se sienta en un columpio. No me queda otra que sentarme en el que está junto a él. Hace bastante tiempo no venía a este lugar.

—Entonces, ¿De qué quieres hablar? —rompo el silencio que se está formando.

—Bueno... ¡Es difícil! No quiero quedar como un niño llorón frente a ti, pero algo en mi quiso venir y contarte...

—No le des tantas vueltas, te pones nervioso, además de rojo. —Y lindo, pienso sin decirle.

—Ves, a eso me refiero... —-Como de costumbre, baja la cabeza—. Nunca he tenido muchos amigos, hace poco llegué a este pueblo y me tuve que alejar de mi mejor amiga... —Se balancea suavemente en el columpio—. No tenía esperanzas de hacer amigos acá, o eso sentí hasta que me propusiste charlar, incluso me seguiste cuando salí llorando. Sin mencionar que hoy te diste el tiempo de preguntarme...

—Eso lo puede hacer cualquier persona —le digo dándole algo de velocidad a mi columpio.

—Aún no termino. —También le da más ritmo a su columpio—. Soy muy tímido, pero contigo no puedo serlo, ¿Suena tonto?

—Pueda que te infunda confianza, tranquilo con eso. Aun así, sigo sin entender por qué lloraste, parecías una persona totalmente lastimada —omito decir lo mucho que me preocupé.

— Eso fue por la sensación de amistad que sentí en ese momento, soy sentimental, ¿Sabes? Ah, sin mencionar el abrazo... —Dylan parece sonrojarse—. Quiero decir, siento que seremos muy buenos amigos, o eso pasó por mi mente cuando te abracé.

Eso último resuena en mi cabeza haciendo que una sonrisa se forme en mi rostro. Después de todo, esté chico sí que me hace ser de otra manera. Recuerdo lo que Emily dijo sobre Dylan, ¿Será que me atrae? La imagen de mi padre me nubla al instante. Jamás podré estar con alguien como Dylan, no teniendo un padre como el mío.

Mi vida está rodeada de mentiras, cada una destruye más y más mi verdadero yo. Antes de la ida de mi hermana yo solía reír más, disfrutar más. Con ella, al igual que con Dylan, nace ese sentimiento de ser yo mismo. Con mi hermana hablaba de mis miedos y pesares. La extraño mucho. Me haces tanta falta, Katie.

El miedo me atormenta, sé que mi padre es capaz de hacer lo que sea si se entera que su hijo es gay. Él ya me odia sin motivo, no quiero imaginar lo que haría si le doy uno. ¡No lo entiendo! ¡No quiero aceptar esto! Tengo la teoría que uno debe hacer lo que desee con su vida... me da un dolor tan grande saber que no puedo conseguirlo. ¡MALDITA HOMOFOBIA! ¡MALDITO MIEDO!

—Ya me debo ir —le digo a Dylan. Me comienzo a sentir pésimo, el pensar en mi padre me quita muy rápido mi felicidad—. Gracias por contarme lo que te sucedió, me quedo tranquilo.

Me mira y hace un puchero.

—Quédate un rato más, por favor —¿Cómo se supone que le dices "no" a ese rostro tan... tierno?

—Diez minutos —respondo intentando parecer desinteresado. La verdad no solo me quedaría diez minutos, sino horas con él.

—Es suficiente —me dice elevando una ceja. Esperen, ¿Qué significa eso? Mis mejillas se sienten calientes.

—Bueno, bueno —sueno alegre, lo puedo notar—. Te quedan nueve y restando.

Dylan me toma de la mano y me saca a tirones de la zona de juegos. Me lleva junto a un árbol, se recuesta junto al ciprés, soltando nuestras manos. Admito que son cálidas, me gustan.

—Es bastante lindo este pueblo. —Se reincorpora, sentándose con las piernas cruzadas.

—Bastante aburrido diría yo.

—A mi padre le gusta —suspira—. Y concuerdo con lo aburrido, pero eso no quita que sea lindo.

—Quizás —sonrío—. De cualquier modo, me gustaría irme. Lástima que mi padre jamás me dejaría hacerlo.

—¿Por qué? —pregunta, curioso.

—Él no es la clase de persona que quiera mucho a sus hijos. Mi padre tan sólo se limita a ser un hijo de puta, el cual ha desunido nuestra familia —respondo sin más.

—Oh...Lo siento, no debí preguntar...—baja la cabeza por enésima vez en el día.

—No hagas eso —protesto a la vez que llevo mi mano a su barbilla, levantando su cabeza—. Pareciera como si has hecho algo muy malo, sin decir que te demuestras débil.

—Lo tendré en cuenta —su mirada se encuentra con la mía y ambos sonreímos de manera inocente. A estas alturas es estúpido decir que no me atrae, pero no haré nada. Como él dijo: seremos buenos amigos. No me gustaría que por el miedo a mi padre acabe por lastimar a alguien tan frágil como él.

Ambos no recostamos en el pasto y observamos las nubes. Hablamos del colegio y de cómo será su nueva vida en Acton, este pequeño pueblo. Puedo ver las ganas por vivir que tiene este chico. Me cuenta que viene de Los Ángeles; que su padre es policía y su madre murió hace varios años.

No me pregunta casi nada a mí, se limita a hablar de él. No protesto, me gusta saber de su vida. Veo como su rostro se ilumina al hablar de su sueño de llegar a la universidad y mudarse del país. Este chico tiene un futuro muy brillante y prometedor.

Perdí la noción del tiempo y cuando veo la hora, ya era demasiado tarde. Mi padre ya está en casa. Estoy perdido.

—Es hora de que regrese a casa —digo levantándome—. Te veo mañana.

—Oye... no te rías, pero ¿Podemos ser amigos? —es su respuesta antes de irme.

—Eso no se pide —aclaro—. Si eso quieres, ¡Por supuesto!

Me brinda una sonrisa de oreja a oreja. Me doy la media vuelta y emprendo una carrera a casa. El viento está algo helado, pero no es momento de preocuparse por eso.

El infierno me espera en casa.

Es corto, no me maten. Háganme saber si les gustó, ¡Un abrazo!


Barreras [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora